Desde mi córner

Luis Carlos Peris

En Granada, un partido lleno de química

SÓLO dos puntos ha conseguido el Granada de Lucas Alcaraz y de Quique Pina de los dieciocho últimos que disputó. Y con ese bagaje recibe a un Betis que en esta segunda vuelta lleva una velocidad que en nada se parece a la que exhibía en la primera. Dos equipos, por tanto, que no muestran la mejor cota en sus respectivas curvas de rendimiento, pero se mira la objetividad de la tabla y se ve que no son dos iguales los que contienden hoy.

Sin embargo, se trata de un partido con mucha química. Está la propia que emite la cercanía geográfica, que nada tiene que ver con el carácter de derbi, pero que sí que le da ciertas dosis morbosas. Y eso que los operadores televisivos se encargan de echarle agua al vino del fútbol colocando este Granada-Betis en un día y una hora que no hace demasiado apetecible el desplazamiento masivo de béticos a la mágica ciudad nazarí, pero esa es otra historia y que no tiene solución.

En condiciones de normalidad, esta cita junto a la Alhambra debería ser atendida debidamente por un Betis que ya escucha los ladridos de perseguidores que no terminan de definirse en si son galgos o podencos. Eso sería en condiciones de normalidad, pero me da en la nariz que la proximidad del derbi hace que haya quien mire con un ojo a Los Cármenes y con los dos a lo de dentro de una semana en la Palmera. Doctores tiene el Betis, pero es ésta una ocasión tan a modo...

Decíamos anteriormente que el partido tiene química y no es sólo por la cercanía geográfica, sino también por el recuerdo de la primera vuelta. Fue también en viernes, segundo viernes de noviembre, y el gol de Mikel Rico casi el final dejó un poso depresivo en el nido bético. Esta noche bien podría el equipo verdiblanco repetir la faena del pasado curso con aquel gol de Rubén Castro sobre la última campana; podría ser, pero parece haber algo de distracción, no sé.

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