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Hablando en el desierto

Francisco Bejarano

Por Granada

HACE pocos días apareció en la televisión un líder barbado y aturbantado para incitar a la reconquista de Al Ándalus (debió decir reinvasión) y a limpiar de españoles y franceses el Magreb. Poco después un somalí intentó asesinar en Dinamarca a Kurt Westergaard, autor de las famosas caricaturas de Mahoma, condenado a muerte por las fuerzas de la anticivilización. Luego la retroprogresía ignorante y envejecida, que odia su propia cultura, con el refuerzo de jóvenes neoprogres, más ignorantes aún que sus padres, protestaron por la conmemoración de la reconquista de Granada por los Reyes Católicos, sustrayéndola del mundo medieval en el que se debate el Islam beligerante de hoy e incorporándola a la Europa del Renacimiento, para participar de la herencia de griegos y romanos, hacedores de Europa y civilizadores del mundo. Si las protestas no son por odio a la propia patria, no se entienden.

Los periódicos se hacen eco de estos sucesos pero procurando no ofender ni molestar a ningún moro, y los gobernantes hacen como que no se enteran. Tranquilizaría algo el que los embajadores en los países donde se predica la reconquista de Al Ándalus presentaran a los gobiernos una nota de protesta por la agresión verbal y de intenciones. Al Ándalus no existe, es un territorio histórico, pero todo es cuestión de darle la vuelta a la Historia e insistir hasta que parezca verdad que fue una tierra arrebatada a los musulmanes hace poco tiempo y no una de las partes más cultas de la romanidad invadida por hordas analfabetas del norte de África. La simpatía neoprogre por los turbantes, las bombas, las metralletas, los atentados, las lapidaciones, las babuchas y los piojos, no nos la han explicado bien. El sistema de pensamiento europeo nos permite comprenderlo todo por implicado que sea. Una vez comprendido lo probable es que nos preparáramos para un gran enfrentamiento bélico mundial.

Como buenos romanos, confiamos en la fuerza de la razón, pero no sabemos hasta cuándo, porque la confusión es grande y no tiene visos de aclararse. Los simpatizantes del islam agresivo se declaran de izquierdas, pacifistas y ecologistas, creen en el cambio climático como obra humana y encuentran una nación defendible debajo de cada piedra. Hacen fiesta tras los atentados con éxito y lamentan que al terrorismo se le haga la guerra, mientras que guardan silencio ante las lapidaciones y otras justicias islámicas. Tantas contradicciones juntas no pueden venir de mentes sanas, salvo que su origen esté en la creencia de que Occidente es el culpable de todo lo malo que le pasa a la morisma. Les hemos dado herramientas para que construyan su modernidad, pensamiento para hacer sociedades civilizadas, pero ellos han elegido un camino entre la fe y la delincuencia que les promete un paraíso que sus gobernantes les niegan.

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