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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Guadalquivir

CUANDO se puso en marcha la autonomía andaluza en 1982 había muchas ambiciones. De todas ellas quizá en la que menos se ha avanzado es en la articulación regional. Fue una preocupación en los discursos del presidente Borbolla, que insistía en la necesidad de vertebrar Andalucía. Una preocupación orteguiana que vista en la distancia permite la división de opiniones: ha resultado fracasada o aparcada, según se quiera ser más o menos indulgente. Andalucía está desestructurada y es más tribal que hace un cuarto de siglo. Por eso son muy de agradecer iniciativas como la lanzada por el presidente Griñán esta semana con el lema Guadalquivir.

Se pretende crear una gran ruta turística, medioambiental, monumental, gastronómica en el interior de Andalucía, en los márgenes de la Y griega que forman los 720 kilómetros del Guadalquivir y los 360 del Genil hasta su unión con el gran río en la provincia de Córdoba. Si la idea prospera, con suficiente iniciativa privada y apoyo público, en ese espacio que afecta a todas las provincias menos Málaga y Almería se crearán 700 kilómetros de senderos para recorridos a pie, a caballo o en bicicleta; se remodelarán 33 estaciones de tren, para hacer un Guadalrail; se establecerán 42 estaciones fluviales. Claro que convertir el Guadalquivir en el Danubio o el Loira no es fácil, ni tarea para unos pocos años.

El Guadalquivir transcurre por llanuras en la casi totalidad de su trayecto, así que hacerlo navegable y convertirlo en un nuevo atractivo turístico es un desafío realizable. Hay mercado: de los 25 millones de turistas que vienen todos los años a Andalucía, quince millones sólo buscan sol y playa. Ésta no merece quedarse en humo como tantas propuestas de integración regional que fracasan. El tribalismo no es sólo el síntoma de las tensiones interprovinciales, funciona incluso dentro de cada municipio. Sin ir más lejos, en Andalucía hay 600 cooperativas agroalimentarias, cuando no debería haber más de diez, pero en algunos pueblos no hay manera de convencer siquiera a las diversas cooperativas locales para que se fusionen. En esta Andalucía inacabada, el Guadalquivir puede ser un ejemplo de vertebración. Es difícil, pero no imposible.

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