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Santiago / Carbó / Catedrático De Análisis Económico De La Universidad De Granada

¿Hartos de la crisis?

El delicado momento que atraviesa la coyuntura internacional obliga a analizar qué reformas financieras se están acometiendo y cómo poner freno a la recesión

Aestas alturas los lectores de éste y cualquier otro periódico estarán empachados de noticias sobre la crisis económica internacional. Tan sólo, tal vez, la inusitada velocidad con que se producen los acontecimientos y los debates sobre dónde, cómo y cuándo actuar pueden paliar el relativo hastío -y desasosiego- que muchos lectores sufrirán al leer día tras día estas noticias. A todas luces queda crisis para rato y se trata de un momento histórico sobre el que todos debemos aprender y participar del debate. La educación económica y financiera se adquiere, como en ninguna otra fuente, en la experiencia.

Nos encontramos en un momento crítico, en un cruce de caminos en el que hay que elegir nuevas actuaciones y, sobre todo, reformas. Las tensiones financieras no han desaparecido y los efectos sobre la economía real se están dejando sentir con crudeza -en particular, en la destrucción de empleo- y es muy probable que se sientan con mayor intensidad en 2009. En este punto, es preciso distinguir dos grandes líneas de reflexión: ¿qué reformas se están emprendiendo en el terreno financiero y cuáles pueden ser sus consecuencias? y ¿qué podemos hacer en un escenario de recesión y significativo incremento del paro?

En lo que se refiere a las reformas en la regulación financiera, probablemente aún no valoramos adecuadamente la importancia de la presencia de España en la reunión del G20 celebrada en Washington hace un par de semanas. Los ecos de las contingencias que rodearon la participación de nuestro país en esta cumbre se disiparán en breve y carecerán de importancia en comparación con la relevancia de estar allí. Por un lado, porque supondrá con toda seguridad estar presente en el rediseño y coordinación de la llamada nueva arquitectura financiera internacional. Por otro lado, porque se han tocado suficientes teclas como para reclamar la necesaria presencia de España en las grandes citas y grupos de decisión económicos internacionales. Además, parece confirmarse que el Reino Unido tomará las riendas en este proceso de reforma y han sido precisamente los británicos quienes más han alabado algunos de los esquemas de supervisión y regulación del sistema financiero español en los últimos años. Esta presencia internacional coincide, además, con la creación de comisiones de alto nivel en Europa, en las que España también participa activamente, para emprender, de una vez por todas, iniciativas que concurran en una supervisión financiera europea más uniforme, que evite las actuales asimetrías que existen en las redes de seguridad bancarias y que llevaron a muchos países de la UE a actuar de forma unilateral ante la crisis, poniendo de manifiesto las negativas consecuencias de estas asimetrías.

Al margen del debate político, existe otro debate a pie de calle que se está haciendo especialmente intenso en los últimos días. ¿Por qué se centra gran parte de la acción pública en el sistema financiero? No han sido pocas las voces que reclaman el papel estratégico de otros sectores. Mi opinión en este punto es clara: no hay nada más estratégico que el engranaje económico que la financiación. Si los bancos caen, cae todo lo demás. Esto no obvia los matices en cierto modo trágicos que para el desempleo supone el estancamiento de sectores como el del automóvil, pero no hay lugar para criticar el apoyo al sector financiero. Precisamente, el mayor error estratégico en la gestión de la crisis en Estados Unidos fue probablemente dejar caer a Lehman Brothers, con consecuencias de crisis sistémica evidentes en todo el mundo. Por eso no ha sorprendido esta semana que el esperado y casi ansiado rescate de Citigroup o nombramientos como el de Tim Geithner como futuro secretario del Tesoro de Estados Unidos -una figura de prestigio que ha estado en las trincheras de la lucha contra la crisis como presidente de la Reserva Federal de Nueva York- hayan sido recibidos en las bolsas de todo el mundo con optimismo.

En España, en esta última semana, se han producido varios acontecimientos de interés. Por un lado, se ha criticado la reducida concurrencia de las entidades bancarias a la primera subasta de liquidez dentro del plan especial del Gobierno en apoyo del sector financiero. Estas críticas pueden ser apresuradas. Estas subastas sustituyen, literal y temporalmente, a un mercado estancado y vienen a ofrecer liquidez. La baja concurrencia -de momento- nos recuerda que el problema está pasando de la liquidez a la solvencia, puesto que aunque se pueda acceder a la liquidez, el riesgo de crédito permanece elevado y las entidades bancarias se mostrarán reacias a prestar. Por otro lado, se ha debatido el papel de los planes fiscales del Gobierno. Estos planes han ido en la dirección adecuada pero no existe margen ni una varita mágica para atajar el problema completamente con acciones fiscales. Es el momento de ser exigente con los recursos, sin que esto se convierta en un socorrido argumento para recortar fondos desde todas las instancias bajo el pretexto de "estamos en crisis". Lo que hace falta es dirigir los recursos a las actividades más productivas, las que generan un empleo más duradero y en las que contamos con mayor productividad y competitividad externa. Al fin y al cabo, las que nos harán crecer hoy pero también mañana.

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