RECUERDO una sobremesa sofocante de agosto en una urbanización de la playa. Cuando sólo se oía el sonido letárgico de las chicharras y el zumbido lejano de las televisiones, de repente se empezó a oír una discusión de niños en uno de los apartamentos. Supongo que aquellos niños se aburrían, y como no tenían nada mejor que hacer, habían empezado a buscarse las cosquillas: empujones, batallas de almohadones, pellizcos, lo típico. Al cabo de unos segundos se oyó una especie de alarido vagamente humano que salía del apartamento: "¡Qué hartura! ¡Qué hartura!". En aquel grito había rabia y frustración, pero también una especie de resignación ancestral. Era el padre de aquellos niños, o el tío, o el adulto que en aquel momento estaba con ellos en el apartamento. Y ya no podía más. A la hora de la siesta sólo pedía media hora de tranquilidad, sólo eso, media horita sin ruidos. Y por lo visto, los niños no estaban dispuestos a dársela. ¡Qué hartura!

Supongo que eso es lo que nos pasa a los electores después de estos cuatro meses de peleítas y pellizcos y escenificaciones de batallitas con almohadones. ¡Qué hartura, sí señor, qué hartura! Desde el primer momento estaba claro que sólo había una posibilidad de gobierno estable si se acordaba un programa de mínimos con puntos programáticos que fueran tanto de derechas como de izquierdas, porque de otro modo era imposible formar una mayoría (a menos que se incluyese de algún modo a los independentistas, pero no creo que haya ningún país del mundo, ni siquiera la calamitosa Zimbabue, donde se gobierne con el apoyo de unos partidos que pretenden destruir la soberanía nacional). Eso era evidente, pero nadie ha querido ceder. No ha querido ceder el centro derecha ante un posible gobierno con Podemos, y no ha querido ceder la vieja izquierda leninista (aunque muchos de sus votantes no lo sepan) de Pablo Iglesias ante un gobierno con Ciudadanos. Y así estamos ahora, rumbo a unas nuevas elecciones que lo van a dejar todo igual que estaba. O peor. ¡Qué hartura!

Si ya están pensando en abstenerse en junio, les ruego que reflexionen. Por favor, no dejen que los más dogmáticos (es decir, los más tontos) acaben decidiendo. Y sí, ya lo sé, todos estamos hasta las narices. Pero si nos ha tocado vivir en un país de políticos malcriados, al menos que gobiernen los menos malcriados. Ojalá.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios