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La ciudad y los días

carlos / colón

De Havilland en Sevilla

LA única superviviente de Lo que el viento se llevó, Olivia de Havilland, ha cumplido cien años. A los sevillanos se la presentó, antes que la pantalla, el medio peruano (porque nació allí), medio italiano (porque su padre era napolitano), medio sevillano (porque su madre, doña Delfina Suárez, era de aquí) y prolífico charlista, torero, actor, poeta, novelista, dramaturgo y periodista Felipe Sassone desde las páginas del Abc: "Olivia de Havilland, el descubrimiento de Max Reinhardt, vuelve a la pantalla interpretando la primera figura femenina de El capitán Blood".

La llegada de la estrella a nuestros cines fue dificultosa porque esta noticia se publicó el 18 de junio de 1936, un mes después pasó lo que pasó y la guerra retrasó considerablemente la llegada de sus primeras películas: El sueño de una noche de verano (1935), se estrenó en el Llorens en marzo de 1944; El capitán Blood (1935), en el Coliseo en diciembre de 1939; El caballero Adverse y Robín de los bosques (ambas de 1936), en el mismo Coliseo en octubre y enero de 1948; La carga de la Brigada Ligera (1936), en el Palacio Central en febrero de 1944; Caballero y ladrón (1939), en el Pathé en marzo de 1944; Camino de Santa Fe (1940), en el Florida en marzo de 1948; y Murieron con las botas puestas (1941), en el Palacio Central en noviembre de 1947.

El caso más espectacular fue el de Lo que el viento se llevó (1939), que no se estrenó en el Palacio Central hasta abril de 1951 porque fue prohibida por la censura. Afortunadamente, los americanos, que entonces negociaban los acuerdos que nos ayudarían a salir de las hambrunas de los años 40, apretaron en defensa de su cine y Franco, tras ver una proyección en El Pardo, tuvo que desautorizar a los censores.

La normalización llegó con el enorme éxito de Si no amaneciera, que tras su estreno en el Llorens en las Navidades de 1943, solo dos años después de su producción, estuvo muchas semanas en esta sala y después en el Imperial. La vida íntima de Julia Norris, su primer Oscar, llegó al Coliseo en noviembre de 1947, con solo un año de retraso. Sin embargo la normalidad era relativa entonces. Su segundo Oscar, La heredera, tardó tres años en estrenarse en el Palacio Central, en enero 1952, porque a la censura no le hacía gracia la historia de la pobre mujer condenada a la soltería por el despotismo de su padre. Cosas de los tiempos. En fin... Felicidades. Melania.

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