Hermandades

La aspiración universalista inscribe las singularidades en un orden mayor que comprende a la humanidad entera

Quizá porque remite a la tradición cristiana que muchos dan por enterrada o inservible, la fraternidad ha tenido, por comparación con los otros dos términos que conforman la célebre divisa jacobina, un recorrido limitado y poco prestigioso, eclipsada por la fecunda dialéctica entre la libertad invocada por los liberales -o en otro sentido, por la izquierda libertaria- y la igualdad que ha inspirado a las distintas corrientes del socialismo. Su rastro en la moderna historia de las ideas se ciñe a los predicadores, a los políticos e intelectuales que defendieron la doctrina social de la Iglesia u otros credos redentores o a escritores, como el inmenso Chesterton, que ejercieron de apologistas. No es obligado, sin embargo, atenerse a sus connotaciones religiosas para reivindicar un concepto que fue decisivo en la renovación del mundo antiguo y sigue conservando todo su potencial revolucionario.

El término fraternidad designa la amistad o el afecto entre hermanos o de quienes se tratan como tales, precisa el Diccionario, y es en esta extensión de su ámbito primero, más allá de los lazos estrictos de la consanguinidad, donde se cifra la profunda novedad que supuso respecto a las comunidades basadas en el culto de la raza, el linaje o la tierra de los antepasados. La aspiración universalista no desmiente estas singularidades ni el vínculo emocional que une a las familias o los pueblos, pero los inscribe en un orden mayor que comprende a la humanidad entera. Con o sin dioses de por medio, todos los hombres somos hermanos y buena parte de los males pasados y presentes provienen de la negación de este parentesco fundamental por parte de quienes recelan del sustrato compartido para abrazar ideologías reductoras.

Decíamos ayer que el castellano no dispone de una palabra genérica que abarque a los seres humanos sin distinciones de sexo, pero en cambio no diferencia, como hacen otros idiomas, la raíz de la hermandad, que es común en las lenguas romances de la península. Perfectamente regular y además eufónico, al contrario que otras innovaciones horrísonas o innecesarias, el neologismo sororidad ha nacido con una intención oportunamente reivindicativa y a nuestro juicio no se opone a lo dicho de la fraternidad, sino al contrario, amplía o complementa su alcance e incorpora un aspecto desatendido que merece un significante propio. El tiempo dirá si el uso trasciende la retórica panfletaria para encaminar su vocación transformadora en la buena dirección del par latino, pues sólo llegaremos a ser libres e iguales, al margen ya de las palabras o de los discursos, si entendemos la convivencia como una suma de hermandades.

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