LOS Oscar de Hollywood tienen un código propio, un lenguaje, unos ritmos que son muy del otro lado del charco. Los presentadores que ejercen de anfitriones de la ceremonia destilan un sentido del humor muy particular, generalmente plagado de tics y referencias que sólo pueden comprender los espectadores estadounidenses.

No es de extrañar que las cadenas televisivas en nuestro país mostrasen desde siempre bastante indiferencia ante el evento, más allá de los asuntos relacionados con los modelitos que se lucen en la alfombra, de los que habitualmente se rendía cuenta con medio día de retardo. De hecho, cuando solamente existía una cadena y media, nuestra televisión pública apenas exteriorizó con gestos el deseo de contentar a la población cinéfila, que la había y de qué manera, como se demostró después. Tuvo que llegar una cadena privada y de pago, Canal +, para que en nuestro país adquiriesen el rango de acontecimiento. Los del Plus, como cariñosamente se les llama en el medio, lo supieron hacer muy bien.

Así las cosas, año tras año, y con independencia de las novedades introducidas en el mapa audiovisual con las nuevas cadenas en el mercado, la noche de los Oscar se ha convertido en una referencia para los televidentes. En esta edición la transmisión de Canal +, tuvo tres focos. Por la mismísima alfombra roja anduvieron Cristina Teva y Guillermo de Mulder. En el plató televisivo, esa singular pareja de Angels Barceló y Jaume Figueras. Y en los cines Ideal, Antonio Muñoz de Mesa supo insuflar aires de fiesta a los asistentes cuando corrían altas horas de la madrugada española.

El final feliz contribuyó lo suyo. Aunque Alberto Iglesias se fuese a casa de vacío. Seguro que las productoras norteamericanas cuentan con él para otro año. Seguro que Canal + sabrá contárnoslo como hasta ahora.

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