MILES de sevillanos que dependen del transporte público para desplazarse a sus trabajos o para moverse por la ciudad para cualquier tipo de gestión sufrieron ayer los efectos de una nueva huelga encubierta -¿cuántas van ya?- de conductores de Tussam, que alegaron no sentirse con ánimos de llevar un autobús por el suicidio, en la víspera, de uno de sus compañeros expedientados por el caso de la rotura a pedradas de las lunas de varios centenares de vehículos en mayo de 2007. Paradójicamente, no cundió el desánimo entre los huelguistas a la hora de presentarse con pancartas ante el Ayuntamiento para insultar gravemente y tachar de asesino al alcalde de todos los sevillanos, Alfredo Sánchez Monteseirín. También apareció llena de pintadas amenazantes, con la diana al más puro estilo etarra, la casa familiar del gerente de Tussam. Y en la víspera, en plan batasuno, decenas de conductores reventaron un acto en El Cerro del Águila en el que estaban el delegado de Movilidad, Francisco Fernández, y el vicepresidente de Tussam, Guillermo Gutiérrez, los cuales fueron insultados hasta la saciedad. ¿Son este tipo de acciones extremistas las que los miembros de la radical y ya minoritaria Agrupación Sindical de Conductores esperan que los ciudadanos comprendan? No, los sevillanos, tal como muestran testimonios recogidos en nuestra web, están hartos de ser tomados como rehenes por estos conductores a los que pagan con sus impuestos y que viven ajenos al estado de quiebra en que está sumida Tussam. Todos lamentamos la muerte de una persona, y más aún en estas trágicas circunstancias, pero lo más vergonzoso de este caso es que, sin respetar siquiera el dolor de su familia, se haya utilizado el fallecimiento para tratar de establecer una relación de causa-efecto con los expedientes a los rompelunas y de culpar de esta desgracia a los directivos de Tussam y al Ayuntamiento. La maniobra no puede ser más artera, justamente porque la política de firmeza de Tussam frente a quienes destrozaron centenares de lunas y de ruedas fue respaldada de pleno por la opinión pública. Los promotores de la huelga salvaje de ayer no tuvieron empacho alguno en usar una muerte para volver a reinvindicar un derecho a la impunidad.

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