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Ignacio Martínez

Husos y costumbres

HAY que evitar los puentes y racionalizar los horarios de este país. Y el puente por antonomasia, con caracteres de acueducto, es este de la Constitución y la Inmaculada. Fecha en la que surge recurrente la polémica sobre poner en marcha y parar las cadenas de montaje en la industria, un día sí y otro no. No es asunto baladí: la fábrica de Seat en Martorell dejará de producir 6.500 coches esta semana. En España hay más de un festivo por mes y se sugiere llevarlos a los lunes cuando caigan a mitad de semana. Una idea sensata. Pero mucho más complicado e importante resulta racionalizar los horarios laborales diarios, uno de los pocos temas en los que Rajoy y Rubalcaba estuvieron de acuerdo en su debate televisado.

España tiene una de las jornadas de trabajo anuales más altas de Europa, aunque superada por Grecia. Pero uno de los índices de productividad más bajos. Tenemos una mala planificación horaria, no sólo para trabajar. Por ejemplo, nos acostamos muy tarde. El prime time de la televisión nacional, pública y privada, empieza tras los telediarios de las nueve de la noche. Unos informativos que en Francia empiezan a las ocho, en Bélgica a las 19:30 y en el Reino Unido a las siete (18:00 en su huso horario). La adicción televisiva retrasa el sueño, y ese modo de vida provoca que los españoles durmamos entre una y dos horas menos que el resto de los europeos, lo que altera el grado de concentración y el humor patrio.

Es, por cierto, una modernidad, porque hasta la Guerra Civil aquí se almorzaba y se cenaba mucho antes. Y hay quien cree que la cosa tiene arreglo. Verbigracia, existe una Comisión nacional para la racionalización de los horarios en España, que tiene un plan. La forman 116 instituciones, entre ministerios, empresas, sindicatos, comunidades autónomas, universidades y entidades de la sociedad civil. Y propone que el trabajo se inicie entre las 7:30 y las 9:00 y termine entre cuatro y las seis de la tarde, con una pausa de 45 minutos para almorzar. También propugna, entre otras cosas, que se adelanten los programas de televisión.

La filosofía es conseguir horarios que concilien la vida personal, familiar y laboral, que permitan coincidir más tiempo con los hijos y apoyar su rendimiento escolar; que aumenten la productividad, favorezcan la igualdad y disminuyan la siniestralidad. Que contribuyan a hábitos más saludables y nos ayuden a darle mayor valor al tiempo, que es un recurso perecedero, que no se recupera. Conseguir una armonización fiscal en Europa está resultando muy difícil. Es una operación muy costosa para los países más divergentes. Pero la armonización horaria no va a ser tarea más fácil. Hay más resistencia a cambiar de costumbres que a rascarse el bolsillo.

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