editorial

Una IU dividida deja gobernar al PP

EL Partido Popular gobernará Extremadura por primera vez en la historia de esta comunidad autónoma. La llamada ola azul también llegó el 22-M hasta lo que entonces se había considerado un bastión socialista, y el PP se quedó a un único escaño de la mayoría absoluta. Éste es el primer dato que se debe considerar a la hora de analizar lo sucedido en esta comunidad: los tres parlamentarios de IU permitirán con su abstención el gobierno de un partido que fue el más votado y el que más escaños consiguió en las urnas. No cabe ninguna duda sobre la legitimidad del próximo Ejecutivo del popular José Antonio Monago, ya que, en esta ocasión y a diferencia de lo que ha ocurrido en algunas poblaciones, IU no altera el orden de selección de los electores. Después de casi tres décadas de poder socialista, los extremeños, como ha ocurrido en otras comunidades y ciudades, han optado por el cambio. La alternancia es consustancial a la democracia, y lo vivido en Extremadura debe ser leído como un avance en la normalidad institucional. La decisión del Comité Político Regional de IU, sin embargo, va a traerle problemas a la federación de izquierdas. Sus líderes nacionales, con Cayo Lara, a la cabeza, han quedado desautorizados, y ahora habrá votantes de IU que opinen que su sufragio no ha servido para que el PSOE se viera obligado a girar a la izquierda mediante un pacto entre ambas formaciones. Las bases de IU son las que han preferido la abstención y no apoyar, directamente, al PSOE, pero hubiera sido aconsejable que este hecho hubiese sido conocido por los votantes antes de las elecciones. Pero es el PSOE el partido que más debe reflexionar. Primero, porque ha perdido las elecciones, y el caso extremeño no es un hecho aislado de lo sucedido en todo el país. Y segundo, porque debe revisar cuál ha sido su modo de gobernar y su relación con IU cuando ha tenido la mayoría absoluta. El asunto guarda especial relación con Andalucía, ya que es la única comunidad, junto al País Vasco, con un presidente socialista que, además, debe enfrentarse a unas elecciones muy disputadas en un plazo de nueve meses.

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