EESTUPEFACTOS, con los ojos como platos y los oídos rojos por la vergüenza de cuanto oye, estamos asistiendo a una ceremonia inaudita en la causa que se sigue contra la gestión de ese milagro llamado Real Betis Balompié. La Audiencia ha sido terminante para en dos autos demoledores apoyar una instrucción que está siendo asaeteada por sus cuatro costados con unos argumentos que hasta llegan a sonarnos tan insólitos como impresentables.

Los últimos gestores del Betis, de cabeza al banquillo se pongan como se pongan los procesados y esa corte de defensores que no sabe uno a qué carta juegan. Bueno, muchos de ellos son los mismos que vituperaban a Lopera cuando parecía que éste obraba en bien del club, por ejemplo cuando aquel gol del hoy reaparecido Cheryshev al Betis, ¿o fue al Sevilla?, cierta noche de sábado del mes de mayo del 97. Es como lo de los que tiraban tronchos que luego cambiaron por flores.

La ceremonia que se desarrolla desde hace un lustro gracias a la dedicación y el dinero de un nutrido grupo de béticos que se propusieron limpiar el templo de mercaderes está enfilando su recta final. Y en ella vamos a ver lo más curioso, pues ya están mostrando sus credenciales. Más sibilinamente la parte loperiana y rotundamente impresentable la oliveriana, que hasta se jacta de tener a la Fiscalía de su parte contra la malignidad de los que osan juzgar a unos inocentes.

Y ahora, a toro casi pasado y viendo las características del cornúpeta en desgracia, hemos de convenir en que vaya el servicio que le hizo Manuel Ruiz de Lopera y Ávalo por doña Encarnación, su señora madre, a su queridísimo Real Betis Balompié, el equipo de su padre y al que iba a ver en la bicicleta con su hermano Luis. Si ya de por sí fue de traca su gestión, hay que ver cómo fue el último servicio de poner al Betis, su Betis, en manos de quien lo pudo poner. Vivir para ver.