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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

AHORA que aún no han perdido la forma los especialistas que tienen los partidos para analizar los votos en ciudades como Sevilla, cabe plantearles el siguiente reto: la descabellada campaña de inauguraciones de edificios sin terminar y obras sin acabar que protagonizó Monteseirín, ¿en qué medida perjudicó al PSOE y fue la gota que colmó el vaso del hartazgo para posibles votantes socialistas? Y si quieres caldo, toma dos tazas: ¿cuánto puede lastrar al PSOE con vistas a las próximas elecciones el caudal de marrullerías presupuestarias y sobrecostes desaforados que ya afloran en el Ayuntamiento y en sus empresas municipales? Muy difícil tiene Juan Espadas el papel de oposición. Tendría que empezar por oponerse a todas las verdades que estaban ocultas en los cajones por culpa de compañeros de su partido. Y tampoco la era Monteseirín va a favorecer las expectativas ante las urnas de Rubalcaba y Griñán. En la pésima gestión de la construcción del túnel en la avenida Bueno Monreal se condensa lo que va de ayer a hoy: Felipe González triunfando en España en 1982 reivindicando el gusto por el trabajo bien hecho, y el tándem Fran Fernández y Manuel Marchena cargándose en 2011 el código del buen gobierno.

Sevilla está ahora en fase de inauguración de sobrecostes, con cintas inaugurales confeccionadas con papel de facturas, y placas con textos de estilo realista: "Siendo alcalde Juan Ignacio Zoido, se descubrió que este túnel ha costado tres millones de euros más por culpa del equipo de gobierno de Alfredo Sánchez Monteseirín".

Es también, y de modo muy principal, el legado de Manuel Marchena, el superministro del alcalde. El hombre imprescindible que fue investido para coordinar las empresas municipales bajo el pretexto de mejorar su eficacia; el héroe que necesitaba cobrar 170.000 euros al año, el doble que el presidente Griñán, queda retratado con los líos que brotan en las obras de mayor enjundia. Que le den el Nobel de Economía.

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