TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

EN épocas de vacas gordas los dos millones largos que empleó José María Aznar en pagar a un lobby norteamericano para que moviera cielo e infierno a fin de conseguir la medalla de oro del Congreso de Estados Unidos parecía una travesura de un ególatra ávido de poder. Entonces importaba más la jugada presuntuosa del ex presidente del Gobierno que el precio de la consecución. Dos millones era una cifra estimable pero relativamente venial. Hoy, rodeados de vacas esmirriadas y terneros famélicos, el dispendio de dinero público autorizado por el Consejo de Ministros para nutrir el egoísmo de su presidente escandaliza tanto como la petulancia del personaje. El Tribunal de Cuentas tiene ahora la última palabra

Ese contraste entre el dinero de uno y el de otros alcanza cotas fabulosas cuando se comparan los casi 80 millones de euros de la pensión del presidente del BBVA, Francisco González, con la actitud mezquina de las grandes corporaciones financieras a la hora de recomendar los mínimos de la reforma laboral. Los ochenta millones de la pensión de un tipo que va a cumplir los 65 años (que no los 67 tan temidos) producen una desazón mortal que nada tiene que ver con la envidia (¿qué haría uno con semejante jubilación salvo contarla y contarla hasta el aburrimiento?) sino con la indecencia moral y la burla.

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