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POCOS países hay tan propensos a la indignación como España. Al español le gusta más cabrearse que a un tonto un lápiz. Somos mucho de rasgarnos las vestiduras y escandalizarnos por lo que otros hacen o dicen. Tenía razón el amigo Eduardo Jordá en su columna del miércoles al comparar la mesura con que en Ruanda y Burundi se debate sobre las matanzas que se infligieron allí hace catorce años con la histeria con la que todavía discutimos aquí sobre la Guerra Civil que ocurrió hace más de setenta.

Cierto que en ese prurito de la indignación hay colectivos más contumaces que otros, quizás en venganza porque en el pasado han sufrido discriminaciones realmente indignantes. El colectivo de lesbianas, gays transexuales y bisexuales de Madrid se ha molestado muchísimo tras saber que la reina Sofía opina, según un libro que acaba de publicar la periodista Pilar Urbano, que los gays pueden casarse, "pero que a eso no lo llamen matrimonio, porque no lo es". Al portavoz del colectivo le parece increíble que la reina haya hecho "unas declaraciones tan impertinentes" y ha advertido: "Tendremos que reunirnos y si esta mujer no se retracta o abdica gritaremos ¡viva la República!".

¡Uy, qué miedo!, opino yo de esta advertencia de reunirse y hacerse republicanos los homosexuales, cuyo derecho a casarse defiendo y que incluso acepto que quieran ser tan tradicionales como para llamar a su unión matrimonio, si es que eso les hace felices. Lo que no comprendo bien es su indignación, que tal vez deriva del hecho de creer -así lo dicen expresamente- que la Reina ha hecho unas declaraciones públicas que comprometen a la Corona. Pero es que en España la Reina ni reina, ni gobierna, ni influye en la ley que permite el matrimonio homosexual ni en ninguna otra. Afortunadamente.

Tampoco ha hecho declaraciones doña Sofía. Simplemente, una periodista ha escrito su biografía, con el pretexto de los setenta años, y ella se ha sincerado. No sólo le parece mal que las parejas homosexuales se definan como matrimonios. También está contra el aborto y la eutanasia. ¿A quién le extraña que sea una señora conservadora y tradicionalista? Con la familia de la que procede y la familia que ha formado, la clase social a la que pertenece, la educación que ha recibido y la posición que ocupa en la vida, ¿qué quieren, que milite en la Liga Comunista Revolucionaria o comparta la ideología de Pedro Zerolo?

Ya son ganas de mosquearse por unas opiniones cuya influencia en la política y en la sociedad españolas son perfectamente nulas... También algunos nacionalistas e izquierdistas se han enfadado con aspavientos de virgen ofendida. ¡Qué manía tan española!

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