SI hay algo que nunca he compartido del debate público andaluz es la apelación al voto cautivo. No se puede confundir aprobación por lo que existe con compra de voluntades. Eso no impide que no sea consciente de que las políticas desarrolladas en estos treinta años de autonomía no generasen un buen caudal de voto fiel, que confiaba siempre en el mismo partido, simplemente convencido de que no tenía motivos para cambiar.

Así ha sido elección tras elección, con toda la legitimidad. Tanta como si se confirma que el electorado cambia de parecer a partir de este 2012.

Existen diversos factores para que las tornas cambiasen en las elecciones recientes y que parecen confirmarse para las del domingo. El paro, la crisis y la corrupción que investigan los juzgados. Sin embargo hay otro motivo, tan relevante como los anteriores pero desconocido hasta esta legislarura: la desafección de los empleados públicos del Gobierno andaluz.

La reorganización del sector público andaluz emprendido en la segunda mitad de la legislatura tenía a mi juicio un objetivo principal: convertir en permanentes los empleos creados al margen del derecho administrativo en la red de empresas, fundaciones y otras figuras.

La idea de integrar a todos los contratados en esa administración paralela en agencias en la que también desempeñarían sus trabajos los funcionarios y laborales de la propia Junta provocó en primer lugar el rechazo de éstos, y singularmente de los funcionarios por oposición, que son sobre los que recae la potestad administrativa.

Su rechazo frontal provocó una rebelión interna dentro del Ejecutivo andaluz y contra los sindicatos mayoritarios, que ampararon la reorganización.

En principio podría pensarse que la medida traía la virtualidad de asegurar la fidelidad de quienes, por decreto, se convirtieron en personal de las respectivas agencias. Pero las sucesivas sentencias de los tribunales anulando estas integraciones han desbaratado la tesis, pues deja a estos empleados en un limbo difícil de resolver.

La nefasta reforganización ha terminado por convertirlos, a unos y a otros, en agentes electorales que, por acción u omisión, mayoritariamente le dan la espalda al PSOE.

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