Breikin Nius

ignacio Gago

Información y degradación

HUBO un tiempo no muy lejano -se lo juro- en el que los programas de debate sobre actualidad y política eran algo serio, de lustre, informativos y hasta amenos. Los había tanto en cadenas públicas como privadas y en horario estelar. Ese tiempo, como el de los programas infantiles vespertinos, pasó a la historia y quedó aparcado para el recuerdo en las páginas de las otroras imprescindibles revistas de televisión, esas que ahora -si no han fallecido ya- dan sus estertores con tiradas escuálidas.

Ahora el debate político anda por cadenas privadas de segunda en horario para noctámbulos o bien como espectáculo gato-por-liebre tipo El gran debate de Telecinco. También tienen cabida en programas donde uno no sabe dónde empieza la información pura y dura y dónde arranca el show y el humor, tipo Salvados o magazines humorísticos de tarde de Cuatro o La Sexta. Con estos mimbres a uno no le extraña que la clase política ande con la mosca tras la oreja y se lo piense dos y tres veces antes de ir a plató para plantarse ante las cámaras en una entrevista. Más si el entrevistado es de un partido gobernante o una cadena no muy amiga ideológicamente del cargo político, indistintamente de si se trata de una opción de derecha o izquierda. Mucha culpa de la degradación de la información en televisión recae en programas como El gran debate, donde lo en teoría serio deviene en griterío; donde a Cayo Lara, el líder de IU, lo torean en plató; y donde, ya puestos, a escritores como Dragó le venden una moto que esté ve venir y se escaquea un segundo antes de entrar en directo.

Lo mismo ocurre en demasiados informativos diarios, con escaletas trufadas de espectáculo y alejadas de información en estado puro. Sin ir más lejos, el telediario de Pedro Piqueras -y no solamente éste- tiene más de lo primero que de lo segundo. Y tanto Piqueras como el maestro de ceremonias de El gran debate, ojo, cortan el bacalao y se llevan a la audiencia de calle. Por lo tanto, la dictadura de la audiencia cumple su cometido mejor que nunca y dicta sentencia. Es lo que hay nos guste o disguste. Quien quiera un debate en horario de prime time sobre escraches o cualquier asunto de actualidad nacional, que espere al sábado y a Jordi, un superviviente del escándalo del boicot a La noria. Mala cosa que la actualidad política en la pequeña pantalla esté en sus manos.

Es lo que tiene dejar la información en manos del showman de turno y que, como ha ocurrido últimamente, una noticia periodística de última hora se ofrezca a la audiencia durante la emisión de un programa del corazón, entre el griterío del público y con el famoso de turno contando sus últimas hazañas íntimas.

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