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La crónica económica

Rogelio / Velasco

Innovación en 2007

LAS inversiones realizadas en capital riesgo representan uno de los mejores indicadores de la actividad innovadora de un territorio. La inversión -mayoritariamente privada- en empresas para ayudarles a nacer o para contribuir a su expansión, indica la aparición de nuevas tecnologías, de nuevos productos o de modelos de negocio novedosos. Las estadísticas disponibles que aparecen en los medios, sin embargo, conducen a la confusión, porque se agregan operaciones de financiación de empresas de alta tecnología, con otras que aportan recursos a una cadena de restaurantes, de peluquerías o de centros de belleza. No queremos señalar que unas sean buenas y otras malas; las dos pueden contribuir al crecimiento y al empleo. Pero en el segundo caso suele tratarse de financiación a empresas en sectores maduros que necesitan recursos para expandirse geográficamente. En el primer caso, por el contrario, puede tratarse de nuevas tecnologías, intensivas en conocimiento, donde las actividades de I+D, públicas o privadas, contribuyen a su creación.

Las cifras publicadas los pasados días sobre las actividades de capital riesgo en España durante 2007 nos indican que, en conjunto, el sector experimentó una notable expansión, tanto por los recursos invertidos (crecieron un 40% alcanzando 4.300 millones de euros) como por el de operaciones, que superaron las 800, aunque intensamente concentradas en el territorio. Sólo Madrid absorbió la mitad de la actividad, correspondiendo a Cataluña la cuarta parte.

Sin embargo, estas cifras incluyen no sólo la financiación a empresas que inician sus actividades, sino también grandes operaciones de adquisición de compañías maduras, con escasez de recursos para crecer o con una gestión deficiente. Si separamos éstas y nos concentramos en las operaciones de capital riesgo puro, las cifras son mucho más modestas. 276 millones de euros se dedicaron el pasado año. No representa un volumen considerable comparado con los principales países europeos, pero la cifra esconde dos buenas noticias. La primera, que las dos terceras partes se dedicaron a nuevas empresas. Y la segunda, que la misma proporción representan las empresas de fuerte base tecnológica. Son, más bien, empresas de software y de biotecnología las que recibieron recursos, frente a cadenas de cuidados personales o de restaurantes.

Andalucía dio un salto significativo respecto del ejercicio anterior, colocándose entre los cuatro primeros lugares tanto por recursos como por operaciones. Pero este buen comportamiento necesita continuidad para que se empiecen a generar efectos positivos sobre el tejido productivo. La continuidad que nos indica el pasado podemos medirla por el stock acumulado de inversiones vivas en nuestra comunidad. De acuerdo con esta variable, aún ocupando un decoroso cuarto lugar en el conjunto español, las diferencias con las regiones líderes -Madrid y Cataluña- resultan brutales, acumulando la primera 14 veces más inversiones que Andalucía. No faltan recursos para financiar nuevos proyectos con base tecnológica. Necesitamos, sobre todo, más empresarios jóvenes que dediquen su atención a nuevas tecnologías y productos, y que se alejen de los sectores tradicionales.

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