La tribuna

Alfonso Lazo

Inquisiciones y chantajes

LAS medidas de regeneración que algunos partidos proponen y el público corea con histérico entusiasmo -sólo de políticos corruptos han perorado Ciudadanos y PSOE en esta segunda vuelta electoral- pueden llevarnos a un estado de cosas mucho peor que el que se dice querer corregir.

Tampoco se ha dejado de reclamar estos meses interinos que todo sea transparente; vieja obsesión de un vulgo convencido de la existencia de fuerzas ocultas que deben ser desveladas y castigadas: las brujas, los Protocolos de los Sabios de Sión, la masonería, el gran capitalismo, los acuerdos secretos de la diplomacia internacional. Hoy, en España, la reclamación de transparencia enfoca sobre todo a líderes y gobernantes; basta una denuncia, una imputación que sólo es una investigación, para que el denunciado sea detenido, esposado, paseado delante de las cámaras y del coro de las arpías de guardia. Luego, en la mayor parte de los casos la víctima resulta absuelta o ni siquiera es juzgada, aunque su vida queda hecha añicos para siempre. Medios de comunicación sectarios y militantes, y las vociferaciones de las llamadas tertulias televisivas, vienen desde hace años jaleando a una ciudadanía obsesionada en la búsqueda de chivos expiatorios. La política española ha mutado, y ya no se trata de arrebatar el poder al adversario sino de aniquilarlo como persona. Del amistoso espíritu de la Transición no queda nada. Pero si queremos de verdad acabar con los corruptos (sin duda los hay) bastaría con una ley que al modo de los Estados Unidos permitiese a los partidos recibir donaciones libres con tal de que se hagan públicas; después, cada votante sabiendo de donde llega el dinero a las distintas organizaciones (de un banco, una petrolera, un mecenas o del Gobierno de Maduro) votará en consecuencia. Leyes puritanas y restrictivas, estilo de la Ley Seca, lo único que consiguen es el fomento del gangsterismo.

Entre el 20 de diciembre y la misma noche del 26 de junio hemos visto al partido de Rivera hacer suya esa inquisición multitudinaria y vengativa; en cambio, parece como si hubiera olvidado lo más atractivo, nuevo y valiente de su proyecto inicial: la recomposición del desastroso Estado de las autonomías y la bajada de impuestos; ni una palabra sobre tales asuntos durante la campaña, sólo de la dicha "transparencia", de la reforma de la ley electoral y de la obligación de primarias. Suena hipócrita y chantajista. Porque cuando Ciudadanos reclama, a cambio de prestar sus votos, modificar el sistema de elecciones haciéndolo más proporcional, Rivera barre pro domo sua: más escaños para él a costa de multiplicar los grupos políticos en las Cortes y una inestabilidad a la italiana. Habrá que estar muy atentos a quienes, en nombre de una supuesta soberanía andaluza, vienen exigiendo un aumento del número de parlamentarios en el Hospital de las Cinco Llagas, donde lo que sobran son diputados silentes que no han parlamentado nunca.

¿Y qué decir del imperativo tono con el que C's insiste en la obligación de elecciones primarias? Hace mucho que sociólogos como Pareto, Mosca y Michels demostraron que ningun partido político puede permitirse el lujo de un funcionamiento democrático en su interior. Cuando un organismo de masas mete la democracia dentro su vida suele ser corta. Nada tan democrático como los soviets rusos de 1917. Duraron un año escaso: en 1918 los bolcheviques ya los habían convertido en un instrumento a su servicio. ¿En qué ha quedado el asambleísmo de Podemos? ¿Dónde quedó la democracia interna de la fenecida UPyD? ¿Qué ha sido de las primarias del mismo Ciudadanos a la hora de componer sus últimas papeletas electorales? En cuanto al PSOE, la experiencia de personajes elegidos por las bases (Borrell, Zapatero, Pedro Sánchez) sólo puede calificarse de desastrosa. A nadie se le obliga a entrar en un partido. Si no le gusta, que cada uno funde el suyo o se quede fuera.

Los puritanismos histéricos colectivos son peligrosos y terminan afectándonos a todos, incluso al más inocente alejado de la política. El 18 de mayo de este año, el juzgado número 3 de Santiago de Compostela archivó la causa contra la superiora de un convento acusada de secuestrar a tres monjas indias. ¡Monjas secuestradoras, menudo escándalo mediático! ¿Mas quién indemniza ahora a las religiosas imputadas? "Quizás -escribe Julien Freund- el infierno no esté sólo empedrado de buenas intenciones, sino también de crímenes cometidos en nombre de la pureza moral".

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