LOS ex presidentes tienen un encanto especial. Quizá Aznar sea la excepción que confirma la regla. Por impostura: dice que sufre en silencio por España. Lo que es incierto. No por el sufrimiento, sino por su silencio, tan sonoro. Pregona su disgusto en todos los periódicos y en todas las televisiones sin reserva alguna. El ex que menos se prodiga es Zapatero. Ayer, en el homenaje de su partido a Felipe González por el 30 aniversario de su primer gobierno, más Bambi que nunca, pidió a los socialistas lealtad, unidad y afectos. Enternecedor.

Podría darse una vuelta por Andalucía y oír cómo un joven sin autoridad, ni mérito conocido que no sea la intriga orgánica, compara con el tránsfuga Tamayo al alcalde más importante del PSOE en la región. Ni afecto, ni respeto. Ni nadie que llame la atención al neófito por su ligereza. Zapatero con su declaración se convierte en un intruso para los suyos. De hecho, el encanto de los ex presidentes no lleva aparejado que los actuales aparatos de sus partidos les hagan caso.

El propio Felipe González reclamó ayer a la organización que lideró durante más de dos décadas que recupere su vocación mayoritaria, que mire a la sociedad sin sectarismo y que promueva un cambio electoral para que haya listas abiertas. Otro intruso, que pone el dedo en la llaga de uno de los problemas internos de las fuerzas políticas. El ex presidente pretende que las peleas en los partidos no sean por el puesto que se ocupa en las listas. Y a éste no se le puede tildar de cándido.

Hay otros dirigentes políticos que aun estando en activo ocupan plaza de intruso en sus organizaciones. Por ejemplo, Duran Lleida en CiU. El presidente de Unión Democrática de Cataluña reconoció a su consejo nacional el sábado que había sido un error de la campaña electoral de la coalición primar la opción soberanista por encima de la crisis económica y la grave situación social. Duran está convencido de que la estrategia de la federación había dejado huérfanos a centenares de miles de catalanistas que no son independentistas.

De los ex presidentes de la Junta de Andalucía el más atrevido en los últimos tiempos es Rodríguez de la Borbolla, que mañana protagoniza un acto público en Sevilla en recuerdo de otro aniversario destacado: 35 años de la manifestación del 4 de diciembre de 1977 para exigir la autonomía para Andalucía. En la actualidad Borbolla echa de menos un liderazgo político en la región y explica que consiste en conseguir consensos más allá de las mayorías. Para ejercer un liderazgo real hay que tener consistencia personal e idea de a dónde se va, sostiene el ex presidente. Puede el lector adjudicarle destinatario a la frase. Es lo que se llama fuego amigo. Intruso. Aunque no estoy seguro de que Zapatero se refiriese a esto con lo del afecto.

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