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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Irrupción que purifica un ambiente putrefacto

SORPRENDENTE y ciertamente oportuna la irrupción en el gran escaparate londinense de Garbiñe Muguruza. Vasca y venezolana a la par, la flamante semifinalista de Wimbledon es un soplo de aire fresco que se mete de rondón en el enrarecido y hasta putrefacto clima del tenis español del momento. Hija de vasco y de venezolana, el nombre de Garbiñe es el de Purificación en católico y bien podría servir de purificadora su aparición.

Bajo mínimos Rafa Nadal junto a la inquietante duda de si volverá a ser el que fue, lesionado David Ferrer, de boda Feliciano López y como testigo de dicha boda Fernando Verdasco, la tesitura ante el duelo con Rusia no puede mostrarse más preocupante. Son los polvos que traen aquellos lodos de cuando a Escañuela se le ocurrió colocar a Gala León de capitana de Davis. Y, por si fuera poco, unos indicios de corrupción que le añaden más pestilencia aún a la situación.

Panorama que nos coge con el pie cambiado tras unos años de felicidad por lo que se dio en llamar la Armada. Un puñado de tenistas siempre en los puestos top y un buque insignia que ganaba siempre tuvieron al tenis español en la cresta de la ola, pero no hay bien que cien años dure y ahora tocan tiempos de mohína. Afortunadamente ha surgido esta Garbiñe para espantar muchas de las sombras que preceden al trascendental choque con los rusos por la supervivencia.

Hoy nos encontramos con una excusa magnífica para plantarnos ante la tele. Desde Conchita Martínez, ninguna española llegó tan alto en el gran torneo sobre hierba y aún ilusiona más el saber que tiene posibilidades fundadas de ser finalista. En el erial que es hoy el tenis español, la irrupción de esta mezcla de sangres vasca y caribeña se nos aparece tan oportuna como sorprendentemente y ojalá no sea Garbiñe flor de un solo día para bien de nuestro tenis.

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