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Rafael / Padilla

Izquierda e islam

LA explicación de la tibieza con la que la izquierda radical suele enjuiciar los atentados islamistas no puede circunscribirse sólo a la financiación que recibe de algunos regímenes de tal credo. No hay dinero, por ejemplo, capaz de pagar la vergonzosa reacción de Alberto Garzón ante el reciente atentado de Orlando: endosarle la vileza al heteropatriarcado, olvidarse al tiempo de quién cometió la masacre, transmutar el asesinato fanático en crimen de odio, es una impresentable falacia que, me malicio, no cabe asumirse como mera contraprestación de nada.

Frente a lo obvio, que el islam representa una visión de la sociedad absolutamente opuesta a la que la izquierda defiende, se alza el hecho, tozudo, de que siempre sea ella la que manifieste mayor comprensión hacia las sucesivas barbaries islamistas.

No. La alianza tiene que anclarse en fundamentos mucho más complejos. No es el menor, entiendo, que cuando la izquierda occidental perdió su base obrerista se viera obligada a encontrar otra clase oprimida. Y halló muchas: el ecologismo, la causa de la mujer, los homosexuales, el indigenismo, los inmigrantes discriminados… El islamismo encaja a la perfección en ese nuevo abanico retórico: el exterior, porque no deja de ser "una revuelta marxista de los desheredados con un pintoresco disfraz religioso"; el interior, porque, al cabo, no supone más que una respuesta lógica a la xenofobia imperante. Desde esta óptica, poco queda para considerarlo una potente internacional proletaria que aún carece de la conciencia exacta.

Junto a ello, ese islamismo comprendido proporciona además un arma eficaz contra el verdadero enemigo, el cristianismo. Como resume Mitzner, la izquierda pasa por alto la religiosidad islámica -y todo lo que ésta conlleva- porque ve a los musulmanes como parte de su propia lucha contra la hegemonía de los valores cristiano-occidentales.

Con todo, esa convivencia no pasa de transitoria, pende de un crítico hilo: si la izquierda triunfa destrozará los arcaísmos musulmanes; por el contrario, si vencen los islamistas el futuro de la izquierda acabará siendo negro como el carbón. Los unos o los otros, por la sangre, su genuino lenguaje común, pondrán fin, y pronto, a esta historia de complacencias y tontos útiles. La demografía, el desprecio por la propia vida, y hasta el diferente grado de impermeabilidad de los contendientes me sugieren ya el nombre y los símbolos del ganador.

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