Cuando se pone tanto esfuerzo y entrega, como siempre hizo Juan Pedro, la huella que se deja es imborrable. Su enorme afición, desde niño, al mundo de los toros le proporcionó un enorme conocimiento de todas las facetas de algo tan complicado como es la crianza del toro bravo y su adaptación a cada momento. Siempre pensaba por delante de los acontecimientos, del momento presente, aunando ideas y sentimientos de aficionado, torero y ganadero.

Supo mantener la extraordinaria labor iniciada por su progenitor y utilizar técnicas modernas que le hicieron ser un verdadero innovador, compartiendo con todo el mundo ganadero sus logros y aportaciones, muchos de ellos, impensables en otro tiempo.

Juan Pedro ha sabido compatibilizar durante toda su vida sus obligaciones como empresario con su enorme amor al campo y al toro bravo, participando activamente en todo lo que pudiera aportar de positivo, a mejorar tan compleja actividad, y así lo hizo como presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, con gran éxito de su gestión.

Su enorme habilidad en todas las actividades relacionadas con el mundo taurino en el campo, le hicieron llegar a ser, como gran jinete que era, campeón de acoso y derribo y a dominar perfectamente la técnica del toreo aportando, en muchas ocasiones, grandes avances a los más destacados profesionales del momento.

Hoy, seguro que los toros de Lo Álvaro denotan la mayor tristeza por la pérdida de su ganadero, y echarán de menos su atenta y sabia mirada, su siempre oportuno comentario y consejo como todos los que hemos tenido la suerte de compartir su amistad. Su recuerdo quedará cimentado en su obra, en mejorar todo lo que él amaba y a lo que dedicaba todos sus desvelos. Nos deja a todos con el corazón roto por el dolor, por su pérdida irreparable, pero con el orgullo y la satisfacción de haber compartido su cariño y su amistad. La de un ganadero y persona de época.