doble fondo

Roberto Pareja

Juegos de tahúres

LLEVA siempre tres ases en la manga, poco equipaje por si hay que correr, una levita con solapa ancha, la baraja le da de comer.

Poco talento en los estados de la unión, mucho dinero en el salón, hay pocos tipos como él, te saca la pasta y no le vuelves a ver, pobre tahúr, pobre tahúr, plumas y alquitrán para el tahúr.

¿Le suena? Son estrofas de una vieja y trepidante canción -Pobre tahúr- que tomó las salas de baile en la movida madrileña por obra y gracia de La Frontera, lugar entre el bien y el mal, ese tenue punto que separa lo sublime de lo ridículo, siempre tan cercanos.

Mucho más de lo segundo que de lo primero es lo que siempre acaba deparando un tramposo, un tahúr, alguien con el vicio de jugar, diestro en el juego o, sencillamente, un jugador fullero, según las tres acepciones que recoge el diccionario de la Real Academia de la Lengua y que tan bien casan, por ejemplo, con esos artistas de la clase política o de la tertulia que lo tienen todo tan, tan, tan claro que hacen dudar si son de carne y no sólo un hueso al verlos pontificar como si las cuestiones complejas no fueran mucho más allá de la simplificación sectaria y del oportunismo.

¿Acaso no suena a juego de tahúres el espectáculo al que asistimos los españoles desde que el penúltimo día del año anterior nos revelara el Gobierno su sorpresa al bucear entre las facturas y toparse con dos puntos más de déficit público del previsto? Lo que dicho así suena a poca cosa pero se traduce en 20.000 millones de euros, lo que llevó al atónito presidente del Gobierno a hacer un gran corte de mangas a las insobornables hemerotecas -donde resplandecía por tierra, mar y aire la convicción de nuestros nuevos gobernantes de que subir los impuestos para salir del pozo era un disparate- y a sus promesas para dedicarnos la primera incoherencia -y ojalá penúltima- de su mandato, que llegó otra (o algo parecido) al asegurar este martes -en sus primeras declaraciones desde que tomara posesión, dos semanas antes- que dará la cara y no se esconderá, como dejó patente tras su primer Consejo de Ministros, cuando apechugaron con digo y Diego su vicepresidenta y sus dos ministros económicos.

Pero no nos curamos de espantos por la acera de enfrente, donde dos viejas glorias, uno más que la otra, Rubalcaba y Chacón, se disputan la sucesión de Zapatero, ese referente sepultado por las urgencias que hizo barquitos de papel con su programa y su ideario para salvar a España del naufragio total.

¿Cómo cuestionar la idoneidad de ambos como líderes con buen futuro en la oposición por mucho oscuro y dócil pasado que se les pueda reprochar a la vista de un antecedente como el de ese hombre de Aznar y coleccionista de derrotas que al fin resucitó?

El "hombro a hombro", que no cara a cara, que postulaba Chacón habría sido inaudito y más que espectacular, pero alguien con mando en la plaza de Ferraz lo vetó. La ambición es el último refugio del fracaso y suele fabricar traidores, así que parece que el gran aludido ha cortado por lo sano con su prometida neutralidad. ¡Pobre tahúr!

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