POR orden gubernativa, volvemos a convertir Despeñaperros en un muro que aísle a los andaluces y los aleje de Europa. El Gobierno andaluz suprime el programa Idiomas y Juventud, que permitía a miles de adolescentes adscritos a la enseñanza pública, muchos de ellos de barrios y nivel socioeconómico modesto, pasar de la teoría a la práctica en la experiencia de vivir durante diez o quince días en un país europeo de habla inglesa, francesa o alemana, y manejándose en otro idioma. Una actividad especialmente enriquecedora desde el punto de vista formativo porque a todas horas induce a empaparse de cómo son otros países, otras ciudades, otras familias, otros jóvenes. Programas como éste socializan la apertura de miras, no queda como coto exclusivo de las personas pudientes que pueden pagarle a sus hijos estancias formativas de un mes o dos meses durante un verano, o dos, o tres... Con su eliminación, toma forma cómo se agudiza socialmente la brecha educativa. Como en los viejos tiempos.

El modelo productivo que auspicia el Gobierno andaluz, para que los jóvenes salgan adelante en la competencia globalizada, consiste en mantener a toda costa, y a todo coste, decenas de miles de puestos de trabajo en la Administración paralela que engorda el aparato burocrático de la Junta. No están justificados porque ni son imprescindibles ni tienen mucho quehacer. Menos aún en los últimos años, y en los próximos, con la drástica reducción de iniciativas inversoras en todos los ámbitos de gobierno resulta muy difícil disimular que la tarea es más bien poca.

Es la doble moral de la política hipócrita. La convocatoria del programa se hace desde el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía. Sin embargo, su supresión se publica en el tablón de anuncios de cada Delegación Provincial, pero no en el BOJA. ¿Por qué no salieron a la palestra Griñán, Díaz y Moreno, para informar a los andaluces de que era mejor cortarle las alas a los jóvenes que reducir a sus justos términos el censo de designados a dedo con derecho a despacho?