CON nueve años la obligaron a ser esclava. Bishnu Kumari era la hija pequeña de una familia muy pobre de la tribu Tharu, en Nepal, que sobrevivía trabajando para un "propietario". Así es como les llaman a los hombres con dinero que pagan las deudas contraídas por gente menesterosa a cambio de un niña que esclavizar. Los Kumari, o mejor dicho, el señor Kumari, quiso tener su propia casa, para la que pidió un préstamo de 30 euros que no pudo devolver. Así que dio a su hija para saldar la cuenta. Bishnu, a pesar de su corta edad, fue arrancada de los brazos de su madre quien ya no volvería a verla hasta dos años más tarde.

Cada mañana Bishnu se levantaba a las cuatro y se acostaba a las once de la noche. Sin descanso la pobre niña lavaba a mano la ropa de la familia "propietaria" en una minúscula palangana donde sólo cabía una prenda. Y así hacía a diario la colada que vestía a cinco personas. Era tan pequeña que tenía que subirse a un silla para poder cocinar. Comida que se agotaba para cuando ella regresaba de labrar el campo. La esposa del "propietario" la maldecía, también, diciéndole que no quedaba nada que echarse a la boca y con el estómago vacío Bishnu se iba a dormir. Llorando. La pequeña, temerosa de las palizas que le zurraban los hijos del "propietario", pasaba tanta hambre que prefería los días en los que comía pero con los escupitajos de los pequeños salvajes que la golpeaban hasta reventarla.

La pequeña esclava, la Kalamari, sufrió durante su opresión malos tratos, abusos sexuales, humillaciones, explotaciones y el desamor. La falta de alimento y desprotección hicieron que Bishnu enfermara en muchas ocasiones. Y entonces era cuando más que nunca ella se acordaba de su madre, porque era la única que podría acariciar su rostro durante su enfermedad y consolarla del horror que padecía. Cuando trataba de dormir sobre el suelo pelado de su pequeña, húmeda y oscura habitación, tenía que convencerse de que ser esclava era una gran responsabilidad para que su padre estuviera contento. Esperaba que alguien la salvara, que alguien supiera que vivía para poder rescatarla. Fue su propio padre quien la recogió pero sólo para que compartiera la gran Fiesta de la tribu Tharu. Quiso la fortuna que la ONG PLAN conociera su caso y convenciera a su padre para que la liberasen y permitiera que estudiara. Ésa fue la primera vez en toda su vida que Bishnu se sintió feliz, tanto que no podía dormir por la emoción de saber que iba a poder ir al colegio. Hoy, Bishnu, tiene diecinueve años y quiere ser abogada para salvar de la esclavitud, aún tolerada en Nepal, a millones de niñas.

Bishnu es hoy un modelo en su tribu. Al final de nuestra conversación me dijo: respeto y quiero a mis padres. Padres, "padre", que está orgulloso de su cultura y su libertad.

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