La ventana

Luis Carlos Peris

Lebrijano le pone fin a la grandiosidad

HUBO una vez en que lo vi emerger de la mar océana, allá por las Tres Piedras, cantándole al sol por seguiriya y hubo otra vez en que le cantaba con el alma a su hija muy niña por bulerías sin que le abandonase el compás ni por un momento. Me ganó Juan Peña para su causa en aquella memorable obra de arte que se tituló De Sevilla a Cai y para entonces ya José Antonio Blázquez le llamaba Juan el Grande. Mairenero y de Pastora hasta la muerte, Juan fue un innovador que recibió en sus carnes la intolerancia del purismo más osadamente intransigente. Bajó repetidamente al moro y brilló su encuentro con lo andalusí. La última vez que lo vi formó un lío de no te menees. Fue en el homenaje de los gitanos a Curro Romero y esa noche llegué al convencimiento de que cuando se fuese, una época de la grandiosidad habría concluido. Ayer llegó ese día. DEP.

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