La tribuna

Ana M. Carmona Contreras

Lecciones europeas, lectura nacional

LOS resultados de las elecciones europeas proporcionan significativos resultados a escala continental y, asimismo, apuntan una interesante tendencia, a nivel interno. Por lo que se refiere a Europa, sin lugar a dudas, la opción conservadora se perfila como vencedora. Así ha sucedido en Alemania, donde el triunfo de Angela Merkel refuerza el liderazgo interno en la coalición entre socialdemócratas y democristianos que gobierna el país. Por su parte, en Italia, la derecha liderada por Silvio Berlusconi, aun perdiendo votos, no sufre un castigo determinante como consecuencia de los últimos escándalos que ha protagonizado el primer ministro. En Francia, Nicolás Sarkozy, a pesar de la creciente contestación social a su política, sale indemne. El peor parado, con diferencia, es el primer ministro británico, Gordon Brown, agravándose sustancialmente la situación agónica en la que se encuentra desde hace tiempo. El severo castigo en las urnas sufrido por el partido laborista que, de esta forma, queda relegado a un humillante tercer puesto en el ranking electoral interno, se configura como un nuevo (y quizás definitivo) revés para la permanencia de Brown al frente del Ejecutivo.

Completando el escenario europeo, resalta el reforzamiento que, en el arco ideológico conservador presente en el Parlamento europeo, experimentan las fuerzas de ultraderecha: el caso de los resultados cosechados en Holanda y Austria presenta una relevancia incuestionable. Los dos escaños del racista y euroescéptico Partido Nacionalista Británico, también. Así pues, en tiempos de crisis económica, por el momento, la factura electoral en Europa la paga la socialdemocracia.

Centrándonos en el caso de España, los resultados arrojados por los comicios europeos responden en líneas generales al referido patrón continental: el Gobierno socialista sufre la erosión electoral derivada de la gestión de la crisis y, por su parte, el principal partido de la oposición, recoge los frutos de la incierta situación económica. Ahora bien, entre ambos extremos, emergen una serie de variantes particulares que han de ser objeto de un análisis específico. En primer lugar, parece claro que la derrota socialista no constituye un serio revés para el gobierno de Rodríguez Zapatero. Aun habiendo perdido las elecciones (obtiene casi 600.000 votos menos con respecto a los anteriores comicios), el PSOE se queda sólo dos escaños por debajo de los conseguidos por el Partido Popular. No estamos, por lo tanto, ante una debacle electoral socialista, sino más bien ante un fracaso asumible. Por su parte, aun habiendo ganado, el PP no consigue una victoria incontestable que permita afirmar que estamos ante el inicio de un cambio de ciclo político. Eso sí, Mariano Rajoy logra asentar su liderazgo en el seno del partido, acallando las críticas internas.

En este contexto de bipartidismo predominante, sin embargo, no cabe ignorar la presencia de otros referentes políticos de diversa índole: por un lado, destacar el nuevo espaldarazo electoral que obtiene el partido de Rosa Díez, consiguiendo un eurodiputado. En el flanco nacionalista, si bien es cierto que los resultados arrojan una línea esencialmente continuista, ha de tenerse muy cuenta que la lista radical abertzale, Iniciativa Internacionalista no haya logrado entrar en el Parlamento europeo. Eso sí, el dato para la reflexión es que, en el País Vasco, obtiene más de 100.000 votos.

A la luz de los datos concurrentes someramente apuntados, ¿qué previsiones de futuro cabe extraer de las elecciones europeas? En las actuales circunstancias y con estos resultados, hacer pronósticos de largo recorrido resulta, cuando menos, muy arriesgado. A pesar de las valoraciones gubernamentales sobre el repunte de la crisis, los signos de mejora son más que discretos, de tal manera que el frente económico sigue y seguirá todavía abierto. Si no se hubiera tocado fondo y el tímido descenso del paro experimentado en el último resultara ser un mero (y efímero) espejismo, el Ejecutivo quedaría expuesto a una situación extraordinariamente precaria. Pero, independientemente de que dicha variable llegue a constatarse, lo cierto es que la victoria en las europeas del principal partido de la oposición será utilizada para acentuar la soledad parlamentaria del Gobierno, agudizando si cabe todavía más las dificultades objetivas para sacar adelante los Presupuestos del Estado para el próximo año.

De la habilidad que demuestre el PP para administrar su ventaja actual dependerá, en buena medida, su futuro éxito electoral. Estando así las cosas, todo está aún por decidir. Las elecciones europeas, por lo tanto, no han sido sino el primer acto de una función cuyo desenlace final todavía está por escribir.

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