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Las dos orillas

josé Joaquín / león

Lecturas equivocadas

ES una falta de respeto que obliguen al Rey a pasar por una nueva ronda de consultas a los partidos, cuando desde hace más de una semana se han suspendido las gestiones para pactar y se está preparando la nueva campaña electoral. Para cumplir el trámite, debería bastar con recibir al presidente del Congreso, Patxi López, y encargarle que se vayan todos cuanto antes mejor. ¡A las urnas, españoles, a las urnas! No es ninguna tragedia. Si acaso el problema es que la espera ha durado demasiado. Para casos como éste, han sobrado cuatro meses de perder el tiempo.

Desde el 21 de diciembre de 2015, se vio con claridad que era imposible un Gobierno estable con esos resultados. ¿Por qué? Porque el PP y el PSOE, los dos partidos que podían desbloquear la situación, hicieron una lectura equivocada de lo que se votó en las urnas. Y porque los emergentes Podemos y Ciudadanos se dejaron llevar por sus ambiciones de futuro, sin asumir su rol de bisagra. Todos se han dedicado a buscar culpables, cuando el personal tiene claro que la culpa es de todos.

El PP fue el más votado. En consecuencia, el que debía impulsar un Gobierno. Pero Rajoy se empeñó en seguir de presidente sin haber ganado con mayoría. Obtuvo los peores resultados del PP en el siglo XXI (incluyendo las dos elecciones que perdió con Zapatero). Aun así, había conseguido 33 diputados más que el PSOE, por lo que era absurdo que permitiera un Gobierno con Pedro Sánchez de presidente.

Ése fue el mayor error: la lectura de Pedro Sánchez, para cumplir sus aspiraciones personales. Decía que se votó un cambio. Falso. Un cambio se votó en 1982, cuando Felipe González alcanzó 202 escaños. Pedro Sánchez no tiene ni la mitad que Felipe. Había obtenido los peores resultados del PSOE en toda la democracia, por lo que su partido le debió prohibir que perdiera el tiempo como lo ha perdido, y exigirle que renunciara a formar Gobierno.

Así las cosas, sólo se podía gobernar con una fórmula transversal, que estuviera apoyada (o al menos consentida) por el PP y el PSOE. Eso es lo que se votó en las urnas. Para eso hacía falta que las dos Españas se pusieran de acuerdo y pactaran, como ocurrió en 1977, cuando también había cuatro partidos nacionales en las Cortes (UCD y AP, de una parte; PSOE y PCE, de otra). La diferencia es que entonces fueron consecuentes. Ahora han confundido la realidad del voto con el deseo de los políticos. Y lo han leído al revés.

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