Por montera

mariló / montero

Libertad de cuerpo y alma

UNA madre llora, desgarrada, frente a la imagen de su hija proyectada desde un ordenador. El dispositivo informático tan llamativo contrasta porque está colocado sobre una desvencijada mesa madera. Los lamentos de esta pobre mujer han silenciado localidad nigeriana de Chibok. Los periodistas son quienes se han acercado allí para entrevistarla junto a otras madres porque el 14 de abril se cumplieron dos años del secuestro de las 276 niñas secuestradas por Boko Haram. Llora ella, y lloramos todos porque es inevitable no hacerlo al verle a ella sentada frente a la imagen de su hija a la que sus secuestradores le ha obligado a decir su nombre y cuya reacción ha sido aplicada en su respuesta. Pero la joven no ha podido disimular la tristeza. En este último mensaje, Boko Haram sólo ha enfocado a 15 y no a 200 como lo hicieron en la ultima ocasión por lo que las especulaciones de ventas para matrimonios obligados de las jóvenes que no aparecen en el del vídeo o que hayan podido haber sido vendidas como esclavas e incluso utilizadas como bombas humanas hace que todos quedemos petrificados. No hay gestión internacional que las haya podido liberar.

Mientras tanto, Unicef ha dado a conocer unos datos aterradores en los que revela que los niños implicados en ataques suicidas se ha multiplicado por diez en la cuenca del lago Chad el año pasado. De ellos el 35% son niñas. Dicen que el hecho de que sean niñas es una demostración del debilitamiento de Boko Haram. ¿Debilitamiento? En países como Nigeria, Camerún, el Chad, donde han jurado fidelidad al EI, a los niños, las comunidades los ven como amenazas. Contaré la historia de una mujer de 20 años que después de ser liberada por los soldados pudo lograr volver a su casa. Había huido de los terroristas y secuestradores quienes desde los nueve años les dan instrucciones de cómo ejecutar o usar armas y les obligan a asistir a ejecuciones públicas. A los 13 años los tienen preparados para ir al frente y hacerse reventar en el lugar que les han enseñado a hacerlo causando numerosas muertes. Bueno, pues cuando esta joven entró a su casa y fue a abrazar a su madre, en Maiduguri, le contó que fue entrenada para ser una atacante suicida. Y la madre en vez de abrazarla la entregó al Ejército. Esa madre que llora frente al ordenador tiene a su hija tan cerca, que no podrá entender cómo no puede romper ese cristal que las separa ni por qué nadie hace nada por dar una patada y liberar su cuerpo y su alma de ese muro de cristal.

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