Nadie es imprescindible, de acuerdo, pero en adelante debe el Real Betis Balompié educar mejor a sus futbolistas. Posiblemente fuese una asignatura imposible de enseñarle a Dani Ceballos la de qué reglas hay que observar en la vida, pero el triste presente debe indicarle a los dirigentes béticos qué futuro hay que perseguir. Y es que en esta marcha de un futbolista se han dado demasiados motivos para dudar de su talante.

Como ejemplo tenemos la tarde que fue con toda su familia y la directora de Bahía al Villamarín. Quiso Setién hablar con él para tratar de convencerlo y mantuvo un cara a cara atípico, ya que todo el tiempo se mantuvo en silencio sin mirar una sola vez de frente al entrenador. Y también ha contribuido en gran medida a faltarle el respeto al Betis, condenándolo al triste papel de convidado de piedra en el curso de la operación para que fuese el Madrid quien tomase la batuta.

Insisto en que creo que el más bético del mundo aceptaría la oferta que le han hecho a Ceballos, por supuesto que sí. Ninguna objeción a su toma de decisión y hasta comprendo que haya aceptado una cláusula de rescisión de 200 millones cuando en el Betis no pasó de 15. Cada uno hace de su capa lo que le viene en ganas, un sayo o lo que más falta haga en su vestidor, pero la forma en que se va resulta inadmisible, impropia del futbolista que más besó el escudo en cien años.

Sólo falta desearle lo mejor en el gran escaparate del mundo y sí debe congratularle al bético que se estén poniendo los cimientos adecuados para que la fuga del canterano no sea tan fácil como ha sido la del utrerano. Ésta ha sido traumática, más que la de Diego Tristán, y puede asegurarse que los aspirantes a una jugada así van a tenerlo difícil. Tan difícil como la tienen los clubes dirigidos por expertos en la materia, algo que al fin está ocurriendo en el Real Betis Balompié.