RESULTA que en este verano, el de los fichajes más espectaculares y los gastos más indecentes, a excepción de Madrid y Barça, el resto de clubes se ha movido entre parámetros de austeridad. Si acaso el Sevilla con Zokora y Sergio Sánchez ha hecho cierto desembolso, pero nada en comparación con el potencial adquirido por los dos colosos. Entre ambos, el desembolso ha sido indecente, unos 80.000 millones de pesetas, que así en pesetas suena mucho más sonoro que en euros. Y es que al parecer no acabamos de cogerle el aire a una moneda que se va entre los dedos con una facilidad tan grande que así estamos como estamos.

Quiere decirse que con esta dinámica compradora la Liga será aún más monocolor y que fuera del pulso entre los dos gigantes todo será acompañamiento, mero papel secundario, pura comparsa. Incluso en este tiempo de laboratorio, los diversos torneos que se programan andan con las carnes abiertas no vaya a ser que el mismo día jueguen Madrid o Barça y que la consabida retransmisión televisiva que conlleva cada aparición de ambos se lleve por delante la economía de ese torneo. Por lo pronto, la asistencia a los estadios en que no juega ninguno de los dos está siendo ínfima, señal inequívoca de que fuera de la órbita galáctica hace frío, una barbaridad de frío.

Nada de eso ocurrirá cuando aparezca el fuego real de la Liga, ¿pero es bueno para dicha Liga tal distancia entre los dos grandes y el resto? El Sevilla, con números de campeón, tuvo que conformarse el pasado curso con la tercera plaza. Aquí hemos repetido hasta la saciedad que ese tercer puesto es un premio gordísimo tal como están las cosas. Cuando campeonaron Valencia o Dépor tuvo que darse un año catastrófico de Madrid y Barça, de los dos. En este curso que arranca en dos semanas mucho nos tememos que las distancias se agranden y que la Liga se divida en dos mundos bien definidos y distintos. ¿Y eso es bueno para la Liga? A mí me da que no, pienso.