LLAMANDO a declarar a dos de los posibles encartados, la Liga de Fútbol Profesional ha cubierto las formas y obrado con más ortodoxia que la Federación, pero de ahí no pasa y que no se cuelguen medallas de pureza porque la cosa ya no tiene remedio. Así como el padre de Caracol le decía a la locomotora que le ahumó con el vapor a su llegada a Sevilla que esos cojones debería haberlos echado para subir Despeñaperros, a la LFP se le podría decir, como a ese Lissavetzky que tanta honestidad prometió, que esas declaraciones bien debería haberlas recabado a tiempo de haber tomado las medidas pertinentes.

Pero, bueno, la LFP se ha molestado al menos en simular un interés que no se ha tomado Ángel Villar. Desde aquí ya dijimos en su día que, conociendo como se las gastan con ese Betis al que atropellan todos los trenes, tendrían que rezar por Heliópolis para que no les cerrasen el campo tras haber osado dudar de la legitimidad del ascenso del Hércules. Pues ya el otro día reflejó el árbitro en el acta que en el campo del Betis se había mostrado una pancarta en la que se ponía en duda la honestidad federativa, conque no tendría nada de extraño que, al contrario de lo hecho en la presunta estafa, en breve se abra una investigación y que rece el Betis.

Lo cierto es que el Hércules descansa este fin de semana en su calidad de equipo de Primera División con todas las bendiciones. El Betis, no; el Betis juega a las seis de esta calurosa tarde en Huelva para cumplir la segunda etapa de esa carrera por el desierto de la Segunda División. Por lo tanto, ya qué más da que la LFP investigue mientras la RFEF mira hacia otra parte y sin siquiera taparse la nariz por la pestilencia que desprende el fútbol del país campeón del mundo. Claro que si esta investigación es el primer paso para desterrar corruptelas, bienvenida sea, pero a la próxima convendría pedir que se obrase con más diligencia y no sólo por parte de la Liga.