LO peor que le puede pasar a una serie -después de que no la vea nadie, claro está- es morir de éxito. La audiencia manda, y si arrastras a un público que no esperabas muchas veces te obliga a cambiar el espíritu de la obra, los guiones, hasta que lo infantilizas todo. Ya hemos escrito aquí que, junto con Modern Family, la revelación de esta temporada televisiva en EEUU es Glee. Su creador, Ryan Murphy, no es sospechoso de hacer concesiones. Su anterior obra, la irreverente Nip&Tuck, ha sido definida como una versión porno de urgencias. Así que cuando empezó esta serie musical sobre un coro formado por los perdedores e inadaptados de un instituto, vimos los primeros atrevimientos: el anterior director fue expulsado por pederasta, los padres de la presunta estrella que quiere emular a Barbra Streisand son gays. Todo prometía mucho, especialmente por el morbo de ver esta serie en la ultraconservadora cadena Fox -verla traducida, encima castigada a un canal temático de Antena 3, es desolador-. También porque cuenta con el principal elemento básico para el éxito de cualquier obra de ficción: tiene un malo en condiciones. En este caso, la instructora de las animadoras que interpreta la premiada Jane Lynch. Es lo más parecido al sargento de los marines de La chaqueta metálica que hemos visto recientemente. Aunque también tenga sus momentos tiernos.

Glee fue un pelotazo, y poco a poco Murphy se ha visto forzado a eliminar incorrecciones políticas de sus guiones. Así que cuando llegó el parón invernal, cuando la Fox renovó la serie, cuando sus protagonistas, convertidos en estrellas nacionales, cantaron para la familia Obama en la Casa Blanca, me temí lo peor. Las perspectivas empeoraron incluso al ver el primer capítulo de regreso de la serie. Otra serie más de instituto, como hay miles. Pero después llegó el episodio dedicado a la obesidad, y especialmente el de homenaje a Madonna. Es casi imposible estarse quieto viéndolo, no sentir nostalgia de las discotecas, querer bailar en el sofá. El momento Vogue es sencillamente antológico. Sí, se puede hacer gran televisión para todos los públicos. Incluso en la cadena de Murdoch.

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