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NO soy, ni mucho menos, experto en economía; pero los datos recientemente conocidos, sobre todo en relación con el paro, apuntan a que el deterioro económico será bastante más profundo y duradero de lo que el Gobierno ha estado, hasta ahora, dispuesto a admitir. En el ámbito del empleo, las cifras son claras e inquietantes: la afiliación a la Seguridad Social ha caído en el último cuatrimestre en 16.506 trabajadores, lo que, junto con los 37.500 nuevos parados en el INEM, dibuja un panorama verdaderamente sombrío. Y es que en este año, a diferencia de lo ocurrido en 2007, no sólo se ha detenido la creación de empleo, sino que empieza a desaparecer el que había. O dicho de otro modo, cada mes trabaja menos gente y, en consecuencia, aumenta proporcionalmente la carga que soporta el Estado en forma de subsidios. En un solo año hemos perdido más de 300.000 empleos, alcanzándose ya la cifra de 2,3 millones de parados. La afiliación a la Seguridad Social apenas ha crecido un 0,7% en tasa interanual el pasado mes de abril, frente al 0,8% de marzo. De hecho, nuestra capacidad para generar empleo se ha reducido a la mitad en apenas un par de meses.

Junto a esa realidad, que me parece inobjetable, concurren otros factores que coinciden en el signo del pronóstico: una inflación que se muestra lejos de estar controlada; el descenso de la demanda; el descenso, también, del nivel de actividad; la caída de la confianza de los consumidores; las perturbaciones bursátiles; el endeudamiento masivo; el agotamiento de nuestro modelo de crecimiento; el aumento disparatado, en fin, del gasto público.

No voy a entrar -me faltan conocimientos- en las causas de tanto desbarajuste. Pero sí en la actitud de un Gobierno que, a mi juicio, ha antepuesto sus intereses electorales y de partido al ejercicio cabal y coherente de sus responsabilidades. Valga como ejemplo el espectáculo de los términos y de los números al que hemos tenido que asistir en estos últimos meses: de jurar y perjurar que la crisis no existía han pasado a hablar de "aterrizaje suave", primero, y de desaceleración, después. Pronto habrán de reconocer la recesión y, muy probablemente, la crisis. Del 3% de aumento previsto del PIB al 2,3%, enésima rectificación de Solbes, cuando muchos analistas barajan, hoy por hoy, un aumento por debajo del 1% para 2008 y una previsión todavía peor para 2009.

Eso es justamente lo que más preocupa: la absoluta falta de credibilidad de cuanto provenga del área económica del Gabinete de Zapatero. Sea por conveniencia o por incompetencia, prende la idea de que nuestros gobernantes viven al margen de la realidad. Un lujo, y una estupidez, que no podemos permitirnos en los dificilísimos tiempos que llegan.

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