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LA de Anatomía de un MIR es una de esas entregas de Repor que golpean fuerte. Lo que pretendían con ella las reporteras Vanesa Benedicto y Sara Boldiú era romper una lanza en favor de la sanidad pública. Para ello articularon el relato en torno a una guardia maratoniana, de casi 36 horas, del médico interno residente Quim Ceballos, de 28 años de edad (ahora debe tener 29), en la Unidad Coronaria del Hospital Clínico de Barcelona.

He visto varias veces este programa, y siempre, desde el primer día, me dio mucha envidia Quim. Su claridad a la hora de elegir carrera. Aunque sin ese padre médico y sin esa madre enfermera, sin todo lo que vio, escuchó y mamó en casa, vete a saber qué hubiese estudiado. Me dan envidia las palabras de Quim. Lo que hace es egoísta, dice. Ayudar. Echar un cable. Tratar de sanar a los demás justo cuando el corazón les juega una mala pasada. Cuánto bien se puede hacer en una guardia como la de Quim. Cuántas decisiones importantes se pueden tomar a lo largo de una guardia larga y movida como la que vimos a lo largo del reportaje.

La primera vez que vi este Repor, que volvieron a repetir esta semana, que pueden estar repitiendo ahora mismo en el Canal 24 Horas, pensé en todo ello. En la de vida, la de responsabilidad, y sobre todo la de realización personal con que concluiría cada jornada de Quim. Así cada mes, cada año. Lo que se dice todo un candidato a vivir una vida plena. Mientras otros vegetan. Sentí envidia, sí, porque ahora es tarde. Porque se necesitaría otra vida para encauzarla hacia ese fin. Pero qué a gusto tiene que dormir Quim.

Y qué vacuas le resultarán otras existencias, cuando salga de sus guardias, y escuche, y vea. Gracias, Repor.

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