0CURRIÓ en el primer Día D del año lo mismo de siempre, que el Barça laminó literalmente a un Real Madrid zafio, barriobajero y que nunca debió acabar con los once en cancha. Enésimo invento de Mourinho, ese entrenador que el Madrid fichó para acabar con la hegemonía barcelonista, para contrarrestar a la orquesta blaugrana y enésima frustración a pesar de que la noche empezaba de color blanco. Tras este nuevo baño del Barça no sé qué le queda por inventar a Mourinho en su pizarra, pero si a lo más que llega es a mandar a Pepe a dar mamporros por toda la cancha, difícil será que se imponga al Barça.

El sorpresón que supuso la alineación que ideó Mourinho quedaba paliado de inmediato por el madrugador gol de Cristiano. Un gol que contó con la colaboración especial de Pinto para que el más pacífico de los culés bramase en ese momento contra la genialidad de no alinear a los mejores, siempre a los mejores. O sea que la noche se le enderezaba muy pronto a un Real hambriento en general y muy en particular a Cristiano, que había aprovechado para sacarle partido a la primera correría de Alves. Luego, recital del Barça, paradones de Casillas, testarazo al larguero de Alexis, ocasión de Iniesta desperdiciada y llegada al descanso con todo por decidir.

Luego se tiñó todo de azulgrana, sobre todo desde que a los tres minutos empataba Puyol a la salida de un córner. Ahí es donde debió estar listo Pepe y no a la hora de dar pisotones o de fingir imaginarias agresiones del rival. A partir de ese gol, más de lo mismo, el balón no lo cata el Madrid, Abidal hace el segundo a pase genial de un Messi que había aparecido poco y ahora a esperar a ver qué pasa el miércoles en el Camp Nou. Todo pinta como que estamos en vísperas de repetir lo de siempre, que el Barça juegue como no juega nadie y que el Madrid tenga que apelar a artimañas de equipo menor con Pepe como vergonzosa aportación al fútbol.