LA política municipal del mes de septiembre está consistiendo sobre todo en dar pasos atrás para el control total al tráfico rodado en el casco antiguo de Sevilla. Desde la Alcaldía se quiere contentar a la opinión pública con promesas de dilaciones, no con señalizaciones. En temporada preelectoral se busca agradar a todos aun a riesgo de ofuscarlos a todos. Habilidad que acredita la quinta de Monteseirín. Por ser malos gestores de buenas ideas.

Fue un acierto establecer el sentido único en la Ronda Histórica desde la Barqueta. Ponce de León funciona mucho mejor que la Encarnación de antaño como terminal de autobuses. Debe prolongarse el sentido único en Luis Montoto. La peatonalización de la Avenida marca un antes y un después en la ciudad histórica. Con este bagaje que esgrimir (y oponer a los borrones que han echado en su catecismo modernizador), cuán escasa credibilidad les concede la población como fieles ejecutores de sus propios planes. Todo el recelo no proviene de los inmovilistas. Ni de la mala educación cívica, el verdadero modelo de ciudad que impera, tan extendida entre los sevillanos a la hora de despreciar al prójimo en el uso del espacio público. La desconfianza que anida en el ánimo de los ciudadanos procede en mayor medida de la cantidad de bandazos, incoherencias, retrasos e inexactitudes con los que el gobierno local adoba la materialización de cualquier plan. Lo afea, lo embarulla y lo convierte en un arma arrojadiza. Provoca que crezca sobremanera el número de sevillanos que se sitúan a la defensiva.

Cualquier urbe europea similar a Sevilla tiene un plan especial de tráfico en su casco antiguo, o se encamina a implementarlo. Debería ser un motivo de satisfacción. Pero en Sevilla es sinónimo de crispación. Llega tarde para la cantidad de coches que hay, y pronto porque el Metro ni está ni se le espera hasta 2015. Falta autocrítica a todos los niveles.