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Editorial

Malos modos de la dictadura cubana

EL incidente de la expulsión del eurodiputado socialista sevillano Luis Yáñez de Cuba, completamente injustificado, revela la cerrazón de la dictadura cubana y supone la frustración definitiva de los que esperaban una apertura del régimen tras el relevo forzoso de Fidel Castro por su hermano Raúl, paradigma de un régimen insólitamente hereditario de partido único. Yáñez, al que ya se impidió viajar a Cuba en 2008, visitaba la isla en esta ocasión, acompañado de su esposa, en calidad de turista, sin el objetivo de entrevistarse con líderes de la oposición que sí tenía en el citado viaje anterior. De este modo queda clara la existencia de una lista negra de dirigentes internacionales cuya presencia en Cuba es vetada por las autoridades castristas, que no desean testigos molestos de la catadura de su sistema totalitario ni de las condiciones de miseria y falta de libertad en que mantienen a sus súbditos después de medio siglo de dictadura. El embajador cubano en España, llamado a consultas por el Ministerio de Asuntos Exteriores, no ha podido dar otra explicación que la socorrida "aplicación de las leyes internas cubanas", las mismas que sojuzgan a la propia población e impiden la libre circulación de personas en el país. Una y otra vez el régimen de los Castro se encierra sobre sí mismo y desalienta en la práctica todos los intentos realizados por algunas naciones amigas, y descatadamente la española, por propiciar una apertura que haga posible la democratización de la isla. La política del Gobierno español, en efecto, se ha basado en el aliento a las iniciativas aperturistas y la búsqueda de puntos de encuentro entre los sectores moderados de la dictadura y los moderados de la oposición. El objetivo último es hacer posible una transición pacífica de la dictadura a un sistema de libertades que termine con un periodo de excepcionalidad autoritaria que pasa ya de los cincuenta años. Gestos como el de la no admisión de un político socialdemócrata reflejan que cada día es más difícil encontrar una solución a la crisis de Cuba, cuyo problema no está en el embargo de Estados Unidos, sino en el totalitarismo sin matices de sus viejos dirigentes aferrados al poder.

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