LA CIUDAD Y LOS DÍAS

Carlos Colón

Mando a distancia y democracia

EL pasado miércoles la RTVE 2 se anotó un notable 8,5% de audiencia (1.061.000 espectadores) con la emisión en horario preferente de Río Bravo de Howard Hawks. Es un resultado modesto frente a las teleseries de manipulación sexo-ideológica como Los Tudor o Amar en tiempos revueltos, a los colosos del vertedero audiovisual como Sálvame o a las series costumbristas como Aquí no hay quien viva. Pero es también un resultado alentador. Fórmula TV resumía así en su titular lo más significativo del día: "La 2 gana a Cuatro y Sexta con Río Bravo".

Para eso están las cadenas públicas, se me dirá. El hueco para la calidad o lo minoritario en las programaciones sólo pueden abrirlo las públicas. El problema es que suelen incumplir sistemáticamente sus fines estatutarios. Es una buena noticia que RTVE 2 emitiera Río Bravo; tan buena como que esa misma noche Canal Sur 2 programara Cantando bajo la lluvia de Donen. Pero éstas son excepciones en medios en los que la difusión pedagógica de la calidad debería ser la norma. En los años 70 la segunda cadena de TVE programaba ciclos de Renoir, Dreyer o Mizoguchi; mientras la primera -desde los 60- producía obras de Ibsen, Chejov, Ionesco, Shakespeare, Miller o Lope de Vega. Terrible paradoja: televisivamente aquellos tiempos de dictadura y monopolio estatal de dos únicas cadenas eran mejores que estos.

¿Es posible trasladar los bienes de la democracia a la televisión y sacar provecho de la competencia entre las cadenas? Sí. ¿Cómo? De la misma forma que se ejerce la democracia y se estimula la competencia entre los partidos: votando. Y además, no cada cuatro años, sino a diario. Las urnas, en este caso, son los mandos a distancia. Si en vez de obtener un respetable 8,5% de audiencia, Río Bravo hubiera superado la competencia de las teleseries y la telebasura les aseguro que desde las cadenas públicas nos llovería buen cine -clásico o moderno, de género o de autor- todos los días. Y las privadas tomarían nota.

El problema es que, dejando aparte la telebasura, las películas emitidas por televisión que han tenido más éxito en julio son, casi sin excepción, cascarria. Lidera Luna nueva con 3.970.000 espectadores, seguida por Os declaro marido y marido con 3.503.000; y así -con sólo dos excepciones: Shreck y Hombres de negro- hasta llegar al puesto número 15 con Sabrina, que logró 1.879.000 espectadores. En esto se cumple al pie de la letra la famosa sentencia de Churchill: tenemos las programaciones que nos merecemos. Lo que no disculpa la vergonzosa renuncia a la calidad de las cadenas públicas.

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