CON pancartas, banderolas, pegatinas y megáfonos, los banqueros han salido a las calles para manifestarse contra el Gobierno por su intención de recortarles la protección social. Reivindican amparo ante los abusos que sufren a manos de sus clientes, insaciables en sus exigencias de querer cobrarles comisiones por dejarles administrar los ahorros y las nóminas. "Se las saben todas", lamentan los banqueros.

A la protesta se unieron los propietarios de carteras de valores que sólo tributan el 1 por ciento de sus fondos. Han convocado una huelga de fuga de capitales para reprochar a la Comisión Europea que no evite los movimientos especulativos, y para criticar a Zapatero por hacer un reparto tan insolidario de los sacrificios para sacar a España del abismo, sin contar con sus dineros para pagar las pensiones del prójimo.

Esto es sólo el comienzo de una semana muy movida. Los funcionarios se movilizan vía SMS para una concentración, en apariencia espontánea, en la que postular la abolición del empleo para toda la vida. Proponen revisar cada diez años la capacitación de todo servidor público, desde un director general hasta un barrendero, para que tengan que volver a ganarse el puesto, o perderlo, frente al resto de ciudadanos que aspira a semejante conciliación laboral y familiar.

Los culturetas, ya sean plásticos, escénicos, librescos o audiovisuales, reparten octavillas por las calles para recabar firmas de la gente corriente en favor de pagar el rescate por el secuestro de su libertad de expresión. Acusan a todas las administraciones de narcotizarles con subvenciones para no dejarles pensar. Con lo que a ellos les gusta opinar sin miedo a no ser contratados.

Estas manifestaciones respetan hoy como tregua la carga simbólica del 28-F, 30 años después de aquel memorable triunfo del pueblo soberano, y ocurrirán cualquier otro día. O un año de éstos. O quizá cuando amanezca un nuevo siglo.