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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Manuel Muñoz Mayoral

Tu cara de armao, querido, respetado y admirado Manuel Muñoz Mayoral, era el espejo de tu alma macarena

Mientras escribo veo con pena y esperanza la estampa que me regalaste la última vez que te vi en el atrio, querido Manuel Muñoz Mayoral. O más bien la que me ibas a regalar. Porque me acompañaba mi mujer y como tú sabías de donde y de Quién es, con señorío macareno te sacaste del bolsillo una pequeña silueta dorada del Señor, la pinchaste en la estampa y se la diste a ella. Esa estampa de la Esperanza con la silueta del Señor está, y estará hasta que me muera, apoyada en el viejo marco de piel gastada y oro desvaído con la foto de la Amargura que me acompaña desde 1954. Y para que cuando esté contigo mis hijos sepan qué representa, a quién recuerda y cuánto valor tiene esa modesta estampa, escribí en su dorso: "Regalo de Muñoz Mayoral, el Mono".

Porque representa mucho. Esperanza y Gran Poder: Sevilla entera. Amargura y Esperanza: mi infancia entera. Manuel Muñoz Mayoral: mi Macarena entera. Tú representabas la Macarena que amo, la que conforme me hago más viejo más me hace llorar inconteniblemente sólo con nombrarla, la que se me aparece por sorpresa, cualquier día del año, cuando paso por donde ella pasó. La Macarena de Victoria Sánchez. La Macarena de mi amigo Alberto, hijo de Cornelia, la de la calle Torres; de mi amiga Meli, hija de Matilde, la de la calle Escoberos; de Pepe Hidalgo y mis sabios amigos macarenos que me abrieron de par en par las puertas del Cielo. La Macarena que le retuerce el brazo al tiempo, la que es siempre tan asombrosamente igual a ella misma tal y como la recordamos, y tal y como nuestros padres nos la contaron; la que cuando pasa el Señor de la Sentencia por Regina hace que el viejo mercado renazca y todo vuelva a ser como era, como si las cornetas de la Centuria fueran las trompetas de Jericó derribando las murallas que la fealdad ha alzado. La Macarena que se planta ante la muerte, desafiante y altiva, torre fortísima, con el coraje de una madre que defiende a sus hijos. La Macarena del trío del Senatus -Angelito el pescaero, Manolo Loreto y tú- y de los capitanes de leyenda -el Melli, el Pelao y Pepe García- bajo cuyas órdenes serviste 47 años, desde que en 1953 vestiste la ropa que aún era de costilla hasta que te la quitaste el 21 de abril del 2000, tu última Madrugada de Centuria. Aunque en realidad nunca te la quitaste: la interiorizaste. Porque tu cara de armao, querido, respetado y admirado amigo, era el espejo de tu alma macarena.

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