La esquina

Marichalar, víctima del estalinismo

LA caída en desgracia de Jaime de Marichalar ha tenido tintes estalinistas. Stalin fue eliminando -en sentido literal- a casi todos sus compañeros de revolución, y las fotografías históricas de la gestación de la Unión Soviética fueron mutiladas una tras otra, conforme los disidentes iban siendo liquidados. Al final, casi se queda solo él. A la muerte física y política de las víctimas se añadió la humillación de borrar todas sus huellas en libros y periódicos. La sanguinaria dictadura decidió que nunca existieron.

Salvando las distancias, a Marichalar le han aplicado la misma terapia. Una vez inscrito en el Registro Civil el acuerdo de divorcio de los duques de Lugo, tras dos años y pico de "cese temporal de la convivencia" entre ellos, la web de la Casa del Rey cambió la foto oficial de la Familia Real por otra en la que ya no está el que fue marido de la hija mayor del Rey de España y es padre de dos niños que forman parte de la dinastía. Lo quitaron de la web y le quitaron también el ducado de Lugo. En el camino que media entre la separación y el divorcio también le han ido apeando de las presidencias de empresas a las que había accedido a raíz de su boda sevillana y su parentesco con los Borbones.

Vale: ya no es familiar del Rey (aunque sigue siendo el padre de dos de sus nietos, insisto). Pero, ¿a cuento de qué han tenido que agregar a la desgracia la humillación? Lo digo por la actitud de los directivos del Museo de Cera de Madrid. Cuando se separaron don Jaime y doña Elena la figura en cera del primero -poco lograda: se parece más a Indurain que a Marichalar- fue expulsada del salón en el que está representada la real familia y trasladada a la sala taurina, donde lo colocaron detrás de un burladero. Nadie explicó qué pintaba allí, entre toros y toreros.

Ahora que se oficializa el divorcio el Museo de Cera lo ha desterrado igualmente de este entorno taurino. Con premeditación y publicidad. No ha sido una degradación discreta. Al contrario. Convocaron a la prensa para que diera fe de la defenestración final del ex de la infanta, y así hemos podido asistir al espectáculo indecoroso del cuerpo ceroso del indefenso Marichalar transportado por dos operarios en una carretilla. Su destino ha sido uno de esos almacenes innominados donde el polvo y el olvido terminarán de dar la puntilla a un hombre que ha acaparado revistas y horas de televisión durante años. Sic transit gloria mundi. Valdés Leal total.

Pero su deshonra no acaba aquí. Si la infanta Elena iniciase una nueva relación, la Iglesia católica a la que pertenece la consideraría una adúltera, a no ser que la pareja solicitase la nulidad eclesiástica de su matrimonio alegando que cuando lo contrajo (Sevilla, marzo de 1995) la hija del Rey no tenía madurez para asumir las obligaciones matrimoniales o se vio presionada. Otro baldón para Marichalar.

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