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HOY he estado con Mario. Estoy enamorada de él desde que le conocí hace tres años. Yo temía que se asustara si él llegaba primero a la cita y viera que en la terraza del hotel donde habíamos quedado estuviera llena de sillones de moda vacíos por lo que me adelanté. A pesar de ser una señora prefería esperarle yo. Quería asegurarme de que no se asustase al verme. Ya sabe, muchas mujeres piensan que hay hombres que huyen por algún temor que les espanta al conocerte. Hice bien, me pedí una copa de cava, me tumbé en una hamaca blanca mientras tomaba el sol de medio día esperando a que el reloj marcara nuestra frontera. La puerta abierta de la terraza dejó que se colara su exclamación ilusionada al mencionar mi nombre. Y yo, pensé, Mario me quiere.

Nos abrazamos en cuanto estuvo en la terraza. Permanecimos en un eterno abrazo. La eternidad se mide en función de la resistencia emocional de los síndromes de cada individuo y como Mario, a sus cinco años, tiene autismo, su abrazo duró la vida que tiene la Luna. Le conté el cuento de Ana María Matute en el que la Luna se lleva al niño navegando entre el cielo estrellado. Lo convertí un poco porque la atención de Mario, por su autismo, es limitada y mis seducciones debían ser sinceras, pero breves. Quedamos para hacernos una sesión fotográfica para la revista Lecturas porque la lucha que lleva encabezando su madre Amaya Ariz desde hace cinco años es admirable. Ha publicado un libro, traducido a varios idiomas y con un proyecto cinematográfico en marcha sobre el trabajo que hace con Mario, sobre lo solos y desahuciados que se sienten los padres cuando los médicos no atinan con el diagnóstico.

Amaya, además de crear la Asociación ANA, ya de ámbito internacional, de marcar un hito histórico llevando al mismísimo Parlamento Europeo el tema del autismo e implicar a eurodiputados, comisarios, presidentes de comunidades y todo lo que se puedan imaginar que camina con corbata y trajes de chaqueta por el europarlamento ha creado un protocolo compuesto por 23 preguntas que los padres deben hacerse en cuanto sospechen que su hijo falla en algún comportamiento común: ¿Le gusta a su hijo que el adulto le haga el "caballito" sentándose en sus rodillas. ¿Le parece demasiado sensible a ruidos poco intensos, se tapa lo oídos?¿Alguna vez ha pensado que su hijo podría tener sordera? Y así 23 preguntas que Amaya ha protocolizado para evitarle su peregrinación por centenares de especialistas que no dan con el diagnóstico. Hoy he quedado con Mario y he aprendido de su madre: le he dibujado una sucesión de recuadros sobre un papel para que supiera qué queríamos hacer esa tarde. Un espejo, él y yo, y un corazón sobre el cristal con nuestros nombres. Cuando Mario pintó solo el corazón sobre el espejo con nuestros nombres su madre se puso a llorar ¡Mario pintó el corazón solo! Y Mario es lo que es por el amor de su madre, Amaya.

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