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Carlos Colón

Matrimonio

EL Constitucional rechaza el recurso presentado por el PP y avala el matrimonio homosexual. Se equivocó el PP presentándolo. Entró en contradicción con sus propios sectores más liberales (en el sentido histórico y gaditano de la palabra) y dio armas a sus opositores revistiéndose con los ropajes ultraconservadores, clericaloides y posfranquistas que le achacan. Se equivocó también la jerarquía católica al protestar porque la palabra matrimonio se utilice para designar la unión de personas del mismo sexo. Ni le va ni le viene el asunto porque, lógicamente, se aplica únicamente al civil. Y al igual que el PP también ha dado armas a los enemigos que la caricaturizan como una institución socialmente desfasada e impertinentemente empeñada en imponer sus normas a todos. Entrando igualmente en contradicción con internas corrientes de opinión, no más laxas o heterodoxas, pero sí más tolerantes.

El uso etimológicamente inapropiado de la palabra es un argumento débil. El significado de las palabras varía en función de las realidades personales o sociales que designan. La Real Academia de la Lengua hizo en su actualización de junio de 2012 una adición de acepción de la palabra matrimonio, añadiendo: "En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer una comunidad de vida e intereses". El problema de las acepciones de la palabra matrimonio estaba resuelto por la más alta autoridad en lo que a las cuestiones de la lengua se refiere. Ahora el Constitucional lo avala legalmente. ¿A qué obstinarse?

Se me escapa qué daño, como mantienen algunos sectores conservadores, pueda hacer el matrimonio civil homosexual a la familia heterosexual o al matrimonio católico. A los conservadores, que siempre han condenado las uniones no legalizadas como indigno lío o arrebujamiento, debería alegrarles este en el fondo tan conservador deseo de los homosexuales por legalizar su situación y crear una familia.

Lo importante del asunto es que se ha saldado una de las muchas deudas que la sociedad tenía con los homosexuales que durante siglos, y hasta hace muy pocos años, han perseguidos, encarcelados, vejados y discriminados en nuestra civilizada Europa; y hasta exterminados en los campos de concentración nazis en los que se les identificaba con un triángulo rosa. Es mezquino escandalizarse porque quienes sufrieron tan larga y tan cruenta persecución gocen de los derechos reconocidos a todos. Frente a esta realidad el uso de la palabra matrimonio es una cuestión menor.

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