HACER bueno el triunfo sobre el Realísimo es el objetivo del Betis esta tarde en Son Moix, la casa del gato según el dialecto mallorquín. Aunque de por sí fue buenísimo hacerse con unos puntos que se veían demasiado en el aire, lo de esta tarde en la capital de las Baleares es frente a un enemigo directo, contra un igual que estaba haciendo una temporada muy buena y que resulta que sólo tiene un punto más que el Betis. Betis de Chaparro en la intentona de ir poniendo tierra de por medio y que le toca empezar en un rodeo que no tiene por qué ser el escenario de una misión imposible, por supuesto que no.

El rodeo mallorquinista ha escenificado historias de todo tipo con el Betis de coprotagonista. Ahí fue prácticamente arrojado a la Segunda División en una tarde primaveral de domingo de preferia y en el que se daría un resultado tan esperado como espurio en Nervión. Un capítulo del cainismo más esperado, que también puede decirse que tire la primera piedra aquel que esté libre de pecado. Aquella tarde, entre Tristán y Eto'o echaron sobre el Betis una paletada de tierra segundona en sólo veinte minutos, lo que significaría el despido de Guus Hiddink, el entrenador que antes bajó los brazos de cuantos estuvieron bajo las órdenes de Manuel Ruiz de Lopera.

Era la primera vez del Betis en el funcional estadio mallorquín, a la siguiente tocó éxito con Juande Ramos a cargo de las maniobras, sendos fracasos con Víctor Fernández y dos empates con Serra. El primero de ellos sirvió para jugar la Champions con la ayuda inestimable de esa prima que, según las cloacas del propio club, Lopera le pagó al Málaga. Fracaso, como no podía ser de otra forma, con Luis Fernández y a ver qué pasa ahora que el Betis tanto se juega. Repito que aunque la gesta contra el Real Madrid tiene luz propia, más brillante será si el Betis hace bingo en la tarde mediterránea. ¿Una final, pues? No, pero mejor pronto que tarde la salvación.