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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Merkel en Torretriana

HACE un año, mal contado, en vísperas de Semana Santa, supimos que Chaves dejaba el Gobierno andaluz después de unos escasos 19 años al frente y ponía a su amigo Griñán al cargo. Ya sabíamos de antiguo que Griñán presumía de tener la mejor viceconsejera que imaginarse podía. Así que no fue una sorpresa en absoluto que la nombrara consejera de Economía. Carmen Martínez Aguayo no era una recién llegada; llevaba cinco años como viceconsejera del ramo y antes había sido directora general del Insalud y del SAS. Una experta de la gestión y los números, que siempre había actuado con soltura entre bambalinas, al cargo de inversiones millonarias. Pero propios y extraños empezaron a sacarle defectos a sus apariciones públicas, un servidor incluido.

No es fácil dejar el papel de alto funcionario para adoptar un rol de dirigente político, orador parlamentario y líder económico de una región sumida en una crisis enorme. En el interior del PSOE no fueron pocos los compañeros del partido que se miraban al espejo y se veían mejores que ella. Total, que entre su inexperiencia y las almas caritativas que la rodeaban, tuvo que esperar hasta noviembre para anotarse su primer tanto: un elogio de Arenas tras el debate sobre los presupuestos de 2010. El líder del PP le mostró desde la tribuna su respeto porque había demostrado su competencia.

En octubre había presentado en la CEA al premio Nobel de Economía 2004, Edward C. Prescott. Y un empresario descalificó la autocomplacencia de su discurso, se lamentó de su título de Medicina tan alejado de la ciencia económica y concluyó que así nos iba... Aguayo no perdió la calma y argumentó con datos sus previsiones económicas. Esta semana, de nuevo en la CEA, ha presidido la entrega de los premios para las pymes que han creado el Grupo Joly y La Caixa. El fondo de su discurso sigue siendo demasiado complaciente, pero Aguayo ha encontrado su registro público. Habló con aplomo y soltura, sin leer, con gran autoridad.

Es el papel que Angela Merkel ha adoptado en Alemania. La canciller es el líder europeo mejor valorado por su opinión pública. Es brillante, pero modesta. Cuando la atacan, nunca responde. Y cuando reacciona, lo hace con mesura. Es muy trabajadora; estudia minuciosamente cada dossier. Fue educada en los valores del esfuerzo, la honestidad y en la necesidad de ganarse el sueldo. Merkel no es de salir en Vogue, sin ánimo de señalar. Sabíamos que la timidez de Aguayo escondía a una intrépida submarinista, aficionada al fútbol y a la ópera, buena cocinera para su familia numerosa, que hizo su carrera a pulso. No viene nada mal este sesgo Merkel en una fauna política andaluza de jovencitos sin carrera ni oficio conocido, instalados en la intriga diaria para sobrevivir. No importa de qué partido hablemos...

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