La ventana

Luis Carlos Peris

El Metro y el tren de los escobazos

CAUTELOSO hasta la obsesión, con una aversión enfermiza al riesgo, jamás fue a Lora del Río para no tener que pasar por Zahariche, la legendaria finca donde pastan los temibles toros de Miura. Conocido de viejo, me lo encontré el otro día y venía desencajado, con la cara demudada, como si se le hubiese aparecido un pariente cercano de Lucifer. ¿Y por qué tal estado anímico? ¿A qué se debía su rostro como la cera y a punto de un telele? Pues el buen hombre, balbuceando logró descifrar el enigma, que resulta que salía del Metro justo cuando un hombre discapacitado quedaba atrapado en un acceso con resultado de fractura de húmero y un susto de no te menees. Pero es que días antes, ídem de lienzo con una niña que no murió estrangulada de milagro por el mismo sistema de quedar atrapada. A ver si el controvertido Metro va a romper en una imitación del tren de los escobazos, pero a lo bestia...

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