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HARTOS de oír hablar de Grecia y sus problemas? ¿Sorprendidos de conocer hasta el nombre del jefe de la oposición helena? ¿Saturados de leer acerca del posible default griego? Pues cambiemos el foco y vayamos al otro extremo del mundo, al cono sur, a Argentina. Pero optemos esta vez, para evitar colas de aeropuertos y horas de espera, para ahorrarnos asientos menguantes en los aviones y vuelos que se hacen eternos, optemos, digo, por emular a Proust y a sus magdalenas, y por viajar sin movernos. Por eso, y para dar gusto al cuerpo y no emitir un exceso de CO2, hemos elegido cenar en uno de los mejores restaurantes criollos de Andalucía (www.restaurantemilongas.es) y allí, entre morcillas y chinchulines, lomos altos y bifes, y vino de Mendoza, por un rato nos hemos creído estar en alguno de los asadores de Puerto Madero o de la costanera de Ushuaia, al sur del sur, rodeados de nieve y hielo en este verano que se adivina feroz.

Echamos, además, una ojeada a la prensa local y varias noticias llaman la atención. El diario La Nación (www.lanacion.com.ar), recoge la opinión de Paul Krugman (Don't cry for Argentina), de que "cuando Argentina actuó como un país serio fue un desastre". Las crípticas palabras del economista parecen esconder un mensaje hacia los griegos -volvemos a ellos aunque no queramos-: no sigan las recetas ortodoxas -menos gasto público, más recortes, consolidación de deuda- porque no funcionan y estrangulan todavía más a un país ya en el cadalso. En el mismo periódico, sin embargo, el columnista Jorge Oviedo titula su colaboración: "En el caso griego, la solución argentina sería una catástrofe". La llamada "solución argentina" no fue sino un default encubierto y una devaluación quirúrgica de una moneda ligada durante años a la paridad un peso-un dólar, precedido todo ello de un corralito que no fue ninguna milonga. No obstante, algunos temen que más tarde o más temprano los griegos tengan que tomar decisiones dramáticas: primero una congelación de los depósitos al estilo criollo, luego una salida ordenada del euro, y por último una devaluación de la nueva moneda. Las consecuencias: inimaginables. Tomando, como aconseja Krugman, recetas no ortodoxas parece que a la Argentina no le va a mal en lo que a las cifras macroeconómicas se refiere: según The Economist, en el primer trimestre de 2011 el PIB de la nación creció un 10% anualizado gracias, sobre todo, a las exportaciones de soja (impensables con un peso ligado al dólar 1-1). Quizá ése sea el camino, aunque llegar a él sea doloroso. Mientras, rezamos para que River Plate, el equipo del añorado Enzo Francescoli, no descienda a segunda.

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