LAS edades de Sevilla tienen donde repartirse. Unos al Corpus, otros a las terrazas de verano, y los que tuercen por la música sin fronteras van a trasnochar en el Monasterio de la Cartuja. El Festival Territorios ha concentrado sus fuerzas en este tórrido puente y ofrece en tres noches más de una docena de estimulantes conciertos. Pongan a enfriar las cervezas cerca del ombú de los Colón, que se van a sudar con rapidez a ritmos más urbanos que un pgou.

Los numerosos festivales sevillanos están solventando con buena nota un año tan difícil por la escasez de dinero. Si la memoria no me falla, como programación de indudable singularidad sólo se ha caído del cartel el ciclo de pop-rock del Teatro Central. El generalizado apuro, a mi juicio, también aporta un valor positivo: hay que acostumbrarse a que las subvenciones sean un componente menor en la identidad y pervivencia de un certamen cultural. La música también puede triunfar con otra adecuación de medios y fines.

Territorios 2010 puede depararnos algunas escenas de interés general en una ciudad siempre necesitada de mover más esqueletos que el de la Canina. Los sevillanos Pony Bravo y los granadinos Los Planetas haciendo honor a que un Centro Andaluz de Arte Contemporáneo se digne a identificarse con el pop-rock, aunque sólo sea por ceder los jardines. La Europa musical de los grupos Tindersticks y Rinôçerose, en una ciudad que sólo identifica la banda sonora del continente con el himno de la Champions. Y la noche del sábado con el indiscutible protagonismo del hip hop. Public Enemy y SFDK como cabezas de cartel. Quién le iba a decir hace diez años a Zatu y Acción Sánchez que se iban a medir en igualdad de condiciones con el grupo neoyorquino que ha introducido el ritmo más callejero en los hogares de medio mundo a través de la televisión y la radio.

Un consejo a Zoido y Espadas: vayan a Territorios el sábado. Deben conocer esa Sevilla.